Una segunda cita con Silvio
Llueve la voz sobre las aguas, las olas se recortan contra la orilla y amanece. Trovador infinito Silvio Rodríguez (29 de noviembre de 1946, San Antonio de Los Baños, Cuba) vuelve una y otra vez. Con las velas izadas detiene una mirada y teje un sueño, nos lo regala. Segunda cita (2010) viene después de su Cita con Ángeles y es una apuesta al futuro de su tierra, de la nuestra. Silvio, trovador de lo imprescindible, es para escucharlo en la quietud de la tarde, es para extraviarse en sus palabras que vienen de lo hondo, de la profunda humanidad que somos.
“Quisiera enmendar los comienzos / de todas las brumas. / Quisiera empezar cada lienzo / con mejor fortuna. / Quisiera pegarme unas alas / y en una cornisa / soplar una dulce balada / que esparza la brisa. / (...) / El dolor que no curen los ángeles / ojalá que no pueda volver. / La canción que no canten los ángeles / sólo el viento la puede saber”.
(Segunda Cita, fragmento)
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Y es que este trovador amoroso, que nos ha sembrado en las cotidianidades y en los gestos las canciones necesarias para el tiempo del amor, para el tiempo de la lucha, para el tiempo del recuerdo, trae en sus ecos las palabras de la Cuba de Martí, la Cuba que ha sabido ser espejo de los pueblos y sus sueños. Canta Silvio cantándonos los tiempos que habrán de venir.
“A desencanto, opóngase deseo. / Superen la erre de revolución. / Restauren lo decrépito que veo, / pero déjenme el brazo de Maceo / y, para conducirlo, su razón. / Seguimos aspirantes de lo mismo / que todo niño quiere atesorar: / una mano apretada en el abismo, / la vida como único extremismo/ y una pequeña luz para soñar”.
(Sea señora, fragmento)
Pinceladas autobiográficas y una declaración de principios fueron convocadas por Silvio en su Segunda Cita. El trovador que es, recuerda al que fue, su misterio se hace posible viento en vela. Este poeta que compone con notas el cielo y hace vibrar en sus cuerdas la vida, es referencia también de los jóvenes que fuimos, de los jóvenes que somos y seremos. Su voz es punto de inflexión en las historias individuales, en los cantos colectivos, en los roces al azar, en las banderas necesarias.
“Ahora soy de la memoria, / ahora pertenezco al viento; / otro dirá en su momento / si fui más pena que gloria. / Lo que fue nuevo es historia / y lo que nace alza vuelo / con el sueño de tocar el cielo. / Partero fui de un futuro / escurridizo, inasible, / seguramente posible / si no le ponemos muros. / El amor es el más puro / néctar contra la tristeza”.
(Trovador Antiguo, fragmento)
Los pasos y abrazos de otro imprescindible, de otro vivo ángel que se suma a la Cita, viene de la voz y la palabra de Silvio. El Che como ejemplo ineludible de la condición más amorosa, más honesta, más necesaria del ser humano baila nombrándonos en el canto del Trovador Antiguo que viene hoy a decirnos los anhelos. Es Silvio cantando al Che, tal vez el Che sintiéndonos a través de Silvio.
“Y dijo el Che legendario, / como sembrando una flor: / al buen revolucionario / sólo lo mueve el amor. / Dijo Guevara el humano / que ningún intelectual / debe ser asalariado / del pensamiento oficial. / Debe dar tristeza y frío / ser un hombre artificial, / cabeza sin albedrío, / corazón condicional”.
(Tonada del albedrío, fragmento)
Una Segunda Cita para reenamorarse de la utopía realizable, para reconciliarse con lo más tierno y vulnerable de las gentes. Una Segunda Cita para cantar y bailar con los brazos alzados al sol, para reconocerse y reconocernos Pueblo movido por el amor.
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