Fidel está sembrado en los sueños libertarios


Pocas veces me atrevo a escribir en la primera personal del singular, pero esta vez me tomaré la libertad de hacerlo. Nací cuando Fidel ya había hecho la revolución en Cuba, cuando sus amorosos gestos gobernaban la isla, cuando el Che ya había sido asesinado en Bolivia, cuando Allende había dado su vida para que la mujer y el hombre transitaran las nuevas alamedas… Nací con su figura entre los ojos, como tantas y tantos de mi generación.

Nosotros que nacimos del miedo, de las dictaduras del subcontinente, éstos hoy no tan jóvenes que deberíamos, muchos, ser hijos e hijas, de desaparecidos uruguayos, argentinos, chilenos… para éstos que somos y que fuimos construidos ciudadanos en la desmemoria impuesta, Fidel representó la utopía realizable.

Él y su barba, y los discursos que no entendimos porque aún éramos niños, se fijaron entre los buenos vientos del recuerdo y sobre todo de las ganas, tuvimos la suerte de tenerlo como ejemplo, con todo y sus grandes errores y algunas veces su falta de rectificación. Pero la Cuba de Fidel fue y será siempre, estoy segura, demostración de que es posible un orden diametralmente distinto al que pregona el capital.

Podrá no aspirar ni aceptar el cargo de Presidente del Consejo de Estado y Comandante en Jefe, pero no podrá negarse nunca, a seguir siéndolo en los afectos y en las cotidianidades políticas, de cubanos, venezolanos, chilenos, argentinos, bolivianos, de todas y todos los que creemos que Nuestra América debe ser auténticamente libre.

Sabíamos que pasaría, que su tiempo pasaría, como pasaremos todos nosotros. La Cuba de Fidel, la revolucionaria, la de La Habana vieja y sus niños nuevos, será siempre un estandarte portador de esperanzas para el resto de los pueblos.

Querrán arrebatarnos su canto colmado de tambores y de guitarras, pero no podrán, porque no han podido, porque Fidel vive y habita además en los sentipensares de su pueblo y de éstos otros pueblos, que lo tenemos cerca.

Cuba, la que nos enseñó que es posible revertir la tenencia de los medios de producción, que la economía debe estar sujeta a las necesidades de la gente, la que ha sabido mantener a distancia durante cincuenta años a su enemigo, la que enseñó a leer a su pueblo, la que se solidariza con otros pueblos cuando necesitan médicos, esa Cuba de risa sonora y tibia cadencia, no volteará el timón, aunque quieran ellos, los que pregonan el capital por encima del futuro.

Fidel sigue entre nosotros, siempre como el pensador que fue y seguirá siendo. No crean los genuflexos rostros de los mercados bursátiles y de los golondrinos capitales, que Fidel se ha ido. Porque no es cierto, porque desde su Cuba emprende ahora otro camino, el de acompañarnos y guiarnos con su palabra certera y justa. Y si un día, realmente se va, tampoco crean que volverán, porque la revolución nos ha nacido al filo del hambre. Y porque la justicia y la solidaridad, la revolución y nuestros sueños, no son negociables.

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