León Felipe desde lo alto de su voz
** Todo
en su poesía tiene de viaje, de exilio, de llanto y también de descubrimiento.
Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar, del darse cuenta
que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los amores sin destino
ni retorno.
Parece
que gritara, pero no. Es que su voz aún resuena entre los tiempos idos y las
vidas vividas. Es como si el eco llevara su nombre inscrito en los versos que
siguen prendidos al fuego y a la memoria, a la ternura, a la pasión, a las
luchas...
“¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? / Los mismos hombres, las mismas guerras, / los mismos tiranos, las mismas cadenas, / los mismos farsantes, las mismas sectas / ¡y los mismos poetas! / ¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!”. Eso decía León Felipe, el poeta español.
“¿Quién lee diez siglos en la Historia y no la cierra / al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha? / Los mismos hombres, las mismas guerras, / los mismos tiranos, las mismas cadenas, / los mismos farsantes, las mismas sectas / ¡y los mismos poetas! / ¡Qué pena, que sea así todo siempre, siempre de la misma manera!”. Eso decía León Felipe, el poeta español.
Felipe
Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe nació en Tábara, Zamora,
el 11 de abril de 1884 y falleció en Ciudad de México, el 18 de septiembre de
1968. Se licenció en Farmacia y de joven cuentan que tuvo una vida colmada de
peripecias, que empezó cuando regentaba varias farmacias en algunos pueblos de
España y recorriendo su país en una compañía de teatro en la que participaba
como comediante.
Cuando
inició su obra poética en Madrid, hacia 1919, llevaba en sus alforjas un
matrimonio fracasado, tres años de cárcel y una vida bohemia con apremios
económicos.
Trabajó
durante tres años en la Guinea Ecuatorial como administrador de hospitales. Y
viajó luego a México en 1922. En Veracruz fue bibliotecario y en Estados
Unidos, profesor de literatura española en la Universidad Cornell.
Antes de
empezar la Guerra Civil volvió a España y fue un militante de las ternuras
necesarias al lado de los republicanos. Tuvo que exiliarse en 1938, en México,
donde fue agregado cultural de la embajada de la República española en el
exilio, única reconocida entonces por el gobierno mexicano. Y de esa época
recuerda aún “Llegué a México / montado en la cola de la Revolución. / Corría
el año 23... / aquí planté mi choza, / aquí he vivido muchos años, / aquí he
vivido, / he llorado, / he gritado, / he protestado / y me he llenado de
asombro. / He presenciado monstruosidades y milagros: / aquí estaba cuando
mataron a Trotsky / y cuando asesinaron a Villa, / cuando fusilaron a 40
generales juntos... / y aquí he visto a un indito, / a todo México /
arrodillado llorando ante una flor”.
Entre
libros
León
Felipe fue traductor de la obra de Walt Whitman y con él compartió los matices
de su tono poético, enérgico en la proclama y en la arenga, así como en el
canto con que siempre acarició la libertad.
Entre
otros libros de poesía publicó Versos y oraciones de caminante (1920 y 1929),
La insignia (1936), Español del éxodo y del llanto (1939), Ganarás la luz
(1943), El ciervo (1954), Rocinante (1967). Además escribió las piezas teatrales
La Manzana (1951), El Juglarón (1961) y Oh, este viejo y roto violín (1966).
El poeta
español tradujo también piezas de Shakespeare como Macbeth o el asesino del
sueño (1954) y Otelo o El pañuelo encantado. Narran sus biógrafos que las
traducciones de León Felipe fueron abundantes, sobre todo las enmarcadas en el
teatro renacentista inglés, lamentablemente se desconocen a la fecha varias de
ellas.
Entre
versos
Todo en
la poesía de León Felipe tiene de viaje, de exilio, de llanto y sí, también de
descubrimiento. Del dolor de encontrarse solo frente a los vaivenes del mar,
del darse cuenta que el mundo gira a pesar de las muertes injustas y de los
amores sin destino ni retorno. Por eso a lo mejor escribió pidiendo “Que no me
tejan pañuelos / sino velas. / Que no me consuele nadie, / que no me enjuguen
el llanto, / que no me sequen el río. / Lloro para que no se muera el mar, / mi
padre el mar, el mar / que rompe en las dos playas, / en las dos puertas sin
bisagras del mundo, / con el mismo sabor
viejo y amargo /
de mi
llanto. Yo soy el mar. / Soy el navegante y el camino, / el barco y el agua...
/ y el último puerto de la ruta”.
A
distancia de las posturas oficiales y cerca de su propia voz, buscándola y
buscándonos con ella, León Felipe sigue presente, mirando y mirándonos con
palabras que alumbran y con versos que encienden. De España le debe haber
quedado la herida de guerra y de esta América Nuestra el color de la vida, las
banderas libertarias y la esperanza, aunque fue siempre un desgarrado grito que
pronunció sus ausencias.
“Yo no
sé muchas cosas, es verdad. / Digo tan sólo lo que he visto. / Y he visto: /
que la cuna del hombre la mecen con cuentos, / que los gritos de angustia del
hombre los ahogan con cuentos, / que el llanto del hombre lo taponan con
cuentos, / que los huesos del hombre los entierran con cuentos, / y que el
miedo del hombre... / ha inventado todos / los cuentos. / Yo no sé muchas
cosas, es verdad, / pero me han dormido con todos los cuentos... / y sé todos
los cuentos”.
León
Felipe es su tiempo y es el nuestro. Sus versos son nuestros versos, son el
canto doloroso y apremiante de quien anda soñando mañanas y creciendo futuros.
León Felipe es el poeta que supo hacer nacer los vientos que empujan la tierra
hacia el mar.
Preceptiva
poética de León Felipe (fragmento)
“Más
bajo, poetas, más bajo...
hablad
más bajo
no
gritéis tanto
no
lloréis tan alto
si para
quejaros
acercáis
la bocina a vuestros labios,
parecerá
vuestro llanto
como el
de plañideras, mercenario.
Y si el
verso
poetas
cortesanos
si el
verso como el hombre
no fuese
de cristal
sino de
barro.
Poeta
ni de tu
corazón,
ni de tu
pensamiento,
ni del
horno divino de Vulcano
han
salido tus alas.
Entre
todos los hombres las labraron
y entre
todos los hombres en los huesos
de tus
costillas las hincaron.
La mano
más humilde
te ha
clavado
un
ensueño...
una
pluma de amor en el costado”.
Comentarios