Rafael Alberti, poesía marinera

Vive en su voz la mar, las aguas del destierro, el vaivén de la esperanza y la vida que no muere ni espera sino que se agita libre entre las olas. Poesía marinera es la de Rafael Alberti (Puerto de Santa María, Cádiz, 16 de diciembre de 1902 - ibídem, 28 de octubre de 1999), poesía que supo y sabe cantar las sombras, los musgos, el sexo, la muerte, los ires y los venires de todo cuanto está vivo y late en la memoria. Rafael Alberti poeta de la República Española, el que tiene voz de exilio, voz de aguas, de ríos, de mares, de sueños. Rafael Alberti el poeta marinero que surca las hojas con que llega libre y colorido a esta otra orilla que también lo nombra.

“Hoy las nubes me trajeron, / volando, el mapa de España. / ¡Qué pequeño sobre el río, /y qué grande sobre el pasto / la sombra que proyectaba! / Se le llenó de caballos / la sombra que proyectaba. / Yo, a caballo, por su sombra / busqué mi pueblo y mi casa”.
(Canción 8, fragmento)

Alberti amó lo más libre, lo más alto y lo más hondo de las gentes. En sus andares llegó al Chile de Allende de la mano de Neruda y desgarró su voz y su suerte con sus muertes. Porque supo del compromiso del poema y abonó la tierra con sus versos es que viven los que mueren por la vida, como cantó Alí Primera. Por eso, por su palabra profunda, por su canto encendido de esperanzas, por sus verbos libres y adjetivos justos es que Alberti, poeta marinero, es voz de la España que quiso ser República y que hoy renace en estas tierras.

“No los creáis, cubría / su rostro la misma máscara. / La lealtad en la boca, / pero en la mano una bala. / Al fin, los mismos en Chile / que en España. / Ya se acabó. Mas la muerte, / la muerte no acaba nada. / ¡Mirad! Han matado a un hombre. / Ciega la mano que mata. / Cayó ayer. Pero su sangre / hoy ya mismo se levanta”.
(Al presidente de Chile, Salvador Allende)

La mar es en Alberti una mujer. Enamorado de su silueta, de sus formas y sus orillas, el poeta marinero, alza la humedad en el verso. Su poética del compromiso, sabia y paciente, le abre espacios al deseo, savia y simiente. La mar dice Alberti, la mar con sus estrepitosas olas, con sus vientos y sus sales, sus aromas. La mar es una mujer y el verso la desnuda.

“Subes del mar, entras del mar ahora. / Mis labios sueñan ya con tus sabores. / Me beberé tus algas, los licores / de tu más escondida, ardiente flora. / Conmigo no podrá la lenta aurora, / pues me hallará prendido a tus alcores, / resbalando por dulces corredores / a ese abismo sin fin que me devora. / Ya estás del mar aquí, flor sacudida, / estrella revolcada, descendida / espuma seminal de mis desvelos. / Vuélcate, estírate, tiéndete, levanta, / éntrate toda entera en mi garganta, / y para siempre vuélame a tus cielos”.
(Canciones para Altair, fragmento)

Alberti, poeta y pintor de los mañanas imprescindibles, ese que supo decir el color y pintar la palabra, fue y será siempre voz necesaria. Hay que volver, una y otra vez al recuerdo, al futuro. Decir presente a los presentes y no olvidar nunca. Ese es el amor poema, versos nacidos desde el siempre y el ahora. Artista plástico y poeta, Alberti no vendió su palabra, sino que vivió el tiempo y el mañana. Fundó con su obra una proclama, una bandera sin mástil, creyó lo creíble y cantó la esperanza.

“Creemos el hombre nuevo / cantando. / El hombre nuevo de España, / cantando. / El hombre nuevo del mundo, / cantando. / Canto esta noche de estrellas / en que estoy solo, desterrado. / Pero en la tierra no hay nadie / que esté solo si está cantando. / (…) / Nada hay solitario en la tierra. / Creemos el hombre nuevo cantando”.
(Canción 37, fragmento)

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