Contracorriente


Rompe con los remos la quietud aparente del agua, como si con ese gesto desenredara la tristeza que queda en la orilla antes de embarcar.

Con los pies en tierra y el corazón en cualquier parte me pregunto si el país está en la memoria del aire, donde flota el olor a praliné como un alfabeto de la infancia.

La extensión de la memoria perdura en el amanecer que alumbra a trazos nuestros cuerpos desprovistos de cualquier certeza. 

El país, este país de bandoneones y milongas, de adoquines rotos, de parques con sol un domingo, guarda casi todos los adioses y más de una esperanza.

Es cierto, llegué a sus brazos cuando todo es posible e imposible.

El país, este país largo como un río oscuro de tierra, como una herida o una grieta, convoca a la loca aventura del mañana. A la nuestra tal vez, que sabemos también de la caricia que por suerte amenaza con romper la estela del naufragio.

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