Mariposas
Tengo una
mariposa monarca que aletea en las entrañas. Será por el miedo a estas ganas de
querer y que no me quieran. Todas las
angustias caben en sus alas. Así constato que la fragilidad es nuestra y no de
las mariposas. Somos el capullo donde por primera vez intenta volar y con ese
alumbramiento vienen sus miedos, es decir los nuestros.
Miedo a
perderlo a todo, a quedarse solo, a morir pronto.
Miedo a la
calle sin semáforos, pero con asaltantes que tienen por luz pistolas
relucientes.
Miedo a
quedarse sin trabajo, a que no alcance el sueldo, a que la cuenta se quede sin
ceros,
al dolor también
le tenemos miedo, al del cuerpo y sus enfermedades y al del alma que también se
consterna y llueve para adentro.
Miedo a la
jodida soledad de un domingo sin amparo de la risa, a decirlo todo y que
alguien nos sorprenda en la tristeza.
Miedo a
quedarse sin azúcar para el café un día feriado.
A ser pobres
y ser víctimas de las estafas económicas y del corazón.
Miedo a
descubrirnos ciegos, sin ojos para el amanecer o para un libro,
al silencio
de una noche con lluvia y a la lluvia sin paraguas,
a los
zapatos rotos, a la alambrada que por abrazo nos puede dar el traidor,
a quedarse
sin internet y descubrir que los amigos también se fueron,
a la locura
o a la lucidez sin cortapisas, que es una forma de estar loco.
Miedo al
miedo, al cuerpo que no se parece a la modelo de la tele,
a la mentira
y a que nos descubran en ella,
a las manos
que no sepan de caricias y a los labios sin deseo.
Miedo a las
dictaduras tenemos todos y que nos desaparezcan en ellas,
a quedarse
sin hijos o a tenerlos y que se vayan lejos.
Miedo a la
muerte, al olvido, al llanto,
miedo a emborracharse
y cantar rancheras.
Miedo al
miedo y miedo también a no tener miedo.
Somos esta
mariposa que aletea y tiene miedo de no poder emprender el vuelo.
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