Gabriela Mistral, un nombre en el que Chile se hace verso nuestroamericano
** La poeta y docente fue la primera mujer de habla castellana en recibir el Premio Nobel de Literatura en 1945 por “su poesía lírica que, inspirada por poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”.
Chile tiene grandes voces que lo nombran y sus ecos
se extienden desde el sur más lejano hasta el desierto, allá en el norte. A lo
mejor esa extraña manera de vivir entre la Cordillera y el mar, como habitando
entre dos inmensidades, ha hecho posible que ciertas voces hayan aprendido a
levantar vuelo, tal vez para conversar con las estrellas.
Neruda, Allende, Violeta y Gabriela, son algunos de
los nombres de ese sur mineral que cantaba el argentino César Isella en Canción
con todos, aquel poema de Armando Tejada Gómez que describe el transitar largo
de esta América Nuestra.
“Sol de Alto
Perú, / rostro, Bolivia, estaño y soledad, / un verde Brasil, / besa mi Chile,
cobre y mineral; / subo desde el sur / hacia la entraña América y total, / pura
raíz de un grito / destinado a crecer y a estallar”. ¿Y es que acaso no estalló la voz inmensa de
Gabriela Mistral? ¿Acaso no supo ella ser verso de esta tierra en la que caben
todos los sueños?
Gabriela, la de Chile, la primera mujer
latinoamericana en recibir el Nobel de Literatura, eligió su nombre cuando
presentó en 1914 su poemario Sonetos de la muerte, en los Juegos Florales que
se habían organizado por aquel año, y que por cierto ganó. El seudónimo rendía
tributo al italiano Gabriele D’Annunzio y al francés Frédéric Mistral, dos
escritores que ella admiraba desde la juventud.
Así, Lucila Godoy Alcayaga (Vicuña, 7 de abril de
1889 - Nueva York, 10 de enero de 1957) quedó para siempre en sus versos como
Gabriela Mistral, la Gabriela de Chile, la que supo quedarse para siempre
prendida a su oficio de poeta, de educadora para la libertad, de feminista
adelantada a su tiempo.
Su poesía está colmada de los paisajes de su
infancia y de los olores de la tierra. Se dedicó a la docencia cuando en 1904
comenzó a trabajar como profesora ayudante en una escuelita en La Serena y por
esos años empezó a mandar colaboraciones al diario El Coquimbo, y luego a La
Voz de Elqui.
Aunque las estrecheces económicas no le permitieron
estudiar para maestra, en 1910 convalidó sus conocimientos ante la Escuela
Normal № 1 de Santiago, donde obtuvo el título oficial de profesora de Estado, lo
que le permitió ejercer la docencia en el nivel secundario. Y es que Gabriela
tuvo una larga y rica formación autodidacta.
Su experiencia como maestra en distintos pueblos de
Chile dejó una honda mirada que imprimió en sus palabras, desde los versos
hasta en los artículos en que reflexionaba sobre la mujer y la educación.
En 1922 el Instituto de las Américas de Nueva York
publicó su primer libro, Desolación. Sus versos a diferencia del modernismo aristocratizante
de aquellos años, sabían bien de la textura de la geografía americana.
Ese mismo año fue invitada a México a colaborar con
la reforma educativa de ese país. A partir de ahí Gabriela inició una vida
errante que la llevó primero a Estados Unidos y luego a Europa en un largo
viaje en el que exorcizó sus dolores en la docencia y en la poesía, dictando
conferencias en diversas universidades.
También realizó un periplo por América Latina. En
1931 estuvo en Puerto Rico. Y en Nicaragua, el general Augusto Sandino la nombró
“Benemérita del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional”. Además, dio
discursos en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, en Santo Domingo, en
Cuba, y en otros países de América Central. Justamente la noticia de que había
ganado el Nobel la recibió en 1945 en Petrópolis, ciudad brasileña donde
desempeñaba la labor de cónsul desde 1941.
Gabriela Mistral fue designada por su país para ocupar
cargos importantes en España, Portugal y Francia. Durante su ir y venir sintió
cómo las raíces de su historia personal, ligadas profundamente a su país,
fueron tejiendo una red que creció en la distancia.
A finales de 1945 regresó a Estados Unidos por
cuarta vez, entonces como cónsul en Los Ángeles. Con el importe del premio, se
compró una casa en Santa Bárbara. Y en 1953 fue nombrada cónsul en Nueva York.
Precisamente esa nostalgia que recuperó en la
imagen honda de América se vio reflejada en sus libros Tala y Lagar, y luego en
su gran Poema de Chile, publicado una década después de su muerte, en el que
trabajó como una orfebre de la palabra durante los últimos años de su vida.
Ella, que enseñó a ser libre y amar en sus versos,
se quedó sembrada en el paisaje austral de su infancia, donde estipuló en su
testamento que se donara el dinero producido por la venta de sus libros. La
poeta quiso así quedarse en los niños del valle del Elqui, donde está el
recuerdo de su infancia.
Gabriela Mistral, la poeta chilena, es memoria encendida
de la palabra que nombra a esta América que empieza allá en México y se
extiende en su largo transitar por la esperanza, hasta el sur de La Patagonia.
El
grito (fragmento)
Por
Gabriela Mistral
“¡América, América! ¡Todo por ella; porque nos
vendrá de ella desdicha o bien!
Somos aún México, Venezuela, Chile, el
azteca-español, el quechua-español, el araucano-español; pero seremos mañana,
cuando la desgracia nos haga crujir entre su dura quijada, un solo dolor y no
más que un anhelo.
Maestro: enseña en tu clase
el sueño de Bolívar, el vidente primero. Clávalo en el alma de tus discípulos
con agudo garfio de convencimiento. Divulga la América, su Bello, su Sarmiento,
su Lastarria, su Martí.
Describe tu América. Haz amar la luminosa
meseta mexicana, la verde estepa de Venezuela, la negra selva austral. Dilo
todo de tu América; di cómo se canta en la pampa argentina, cómo se arranca la
perla en el Caribe, cómo se puebla de blancos la Patagonia.
Periodista: Ten la justicia para
tu América total. No desprestigies a Nicaragua, para exaltar a Cuba; ni a Cuba
para exaltar la Argentina. Piensa en que llegará la hora en que seamos uno, y
entonces tu siembra de desprecio o de sarcasmo te morderá en carne propia.
Artista: Muestra en tu obra
la capacidad de finura, la capacidad de sutileza, de exquisitez y hondura a la
par, que tenemos. Exprime a tu Lugones, a tu Valencia, a tu Darío y a tu Nervo:
Cree en nuestra sensibilidad que puede vibrar como la otra, manar como la otra
la gota cristalina y breve de la obra perfecta.
Industrial: Ayúdanos tú a
vencer, o siquiera a detener la invasión que llaman inofensiva y que es fatal,
de la América rubia que quiere vendérnoslo todo, poblarnos los campos y las
ciudades de sus maquinarias, sus telas, hasta de lo que tenemos y no sabemos
explotar. Industrial: tú deberías ser el jefe de esta cruzada que abandonas a
los idealistas.
¡América y sólo América! ¡Qué embriaguez
semejante futuro, qué hermosura, qué reinado vasto para la libertad y las
excelencias mayores!
1922.-
Santiago de Chile.
(Revista
de Revistas, México, D. F.)
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