Las poetas hablan con voz de humanidad


Iván Lira para TodosAdentro

** Oficio que desde siempre pone el acento en el sentir y pensar, la poesía es el espacio donde converge la magia y lo terreno de hombres y mujeres que saltan al vacío del papel en blanco.

¿Cuáles son tus escritoras venezolanas preferidas?, me preguntó un poeta amigo no hace tanto en una Feria del Libro en Caracas. Debo confesar que me quedé en blanco, creo que hasta ahora no había pensando en la literatura en términos de sexo, porque me gusta en general lo que considero buenos libros y eso nada tiene que ver con si quienes escriben usan falda, minifaldas, pantalones, pintura de labios o bigotes. Por lo que en ese momento me tomé la cosa a chiste. Pero tratando de darle un poco más de profundidad al asunto, hay que decir (en tono muy personal) que en Venezuela hay poetas y narradoras extraordinarias. No hay duda de la belleza de la escritura de Teresa de la Parra y la inmensidad del mensaje de su Ifigenia, por ejemplo.
Si me vuelven a preguntar por mis preferencias esta vez no dudaría en nombrar a Luz Machado, Ida Gramcko, Lucila Palacios (seudónimo de Mercedes Carvajal de Arocha), Hanni Ossott, Lydda Franco Farías, Mimina Rodríguez Lezama y Ana Enriqueta Terán, entre algunas de las poetas de las constelaciones mayores. En la narrativa Laura Antillano y su mágica forma de contar conejos y sueños, estaría primera en la lista. En todo caso, sería una tarea de lo más personal y subjetiva, pero claro que pasaría lo mismo si me preguntaran por escritores hombres.
Lo interesante es que en el país con la llegada de la Revolución Bolivariana y su carácter feminista enunciado por el comandante de los sueños buenos Hugo Chávez, el tema del “género” ha tomado matices que van desde la reivindicación oportuna y merecida, hasta la exageración y el desenfreno. Nadie es “bueno” por ser mujer o ser hombre. Ser “bueno” se trata de una elección permanente de vida y de compromiso con la existencia humana.
Estas buenas escritoras lo son porque hicieron o hacen buena literatura, no por ser mujeres. Por eso cuando se trata de abarcar algún espacio de investigación o reflexión siempre prefiero pensar en poesía o narrativa escrita por mujeres y no en los calificativos de femenina o feminista, la primera porque no creo que hayan temas específicos que aborde la mujer y lo segundo porque se trata de una postura de militancia. ¿Acaso hay temas del pensamiento humano que atañan sólo a las mujeres o a los hombres?
La poesía es uno de los géneros literarios que tal vez más pliegues y despliegues posee. La vida toda cabe en la poesía. Y claro que no ha sido fácil para las mujeres ver y dejarse ver, como quien lee y se deja leer, en el complejo entramado de editoriales e imprentas. En un mundo casi todo dominado por hombres, a las mujeres no les quedó más remedio que refugiarse en las sombras.
Largas batallas han dado nuestras mujeres en el mundo entero. Desde Rosa Luxemburgo y Clara Zetkin (a esta última le debemos la conmemoración del Día de la Mujer), pasando por el largo vuelo de las Hermanas Mirabal (por quienes se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer). La valentía de Luisa Cáceres y de Juana La Avanzadora, y el amor infinito de la Negra Matea, han dejado su huella en las que hoy seguimos levantando la voz en todas direcciones, incluso en la literatura.

Estas poetas de siempre
Ellas, las poetas hablan con voz propia. No la han pedido prestada más que al viento. Ellas, las buenas poetas, saben de todo lo humano y todo lo divino que las habita y nos habita, y sus versos se sostienen solos, no hacen faltan poses, ni pancartas, ni leyes, ni nada, justamente eso es lo que las trae hasta hoy.
El amor, la vida, las cotidianidades, la guerra, la política, el hambre, todo, todo está presente en los versos de estas poetas nuestras.
Si no me cree lea estos versos de Lydda Franco Farías (Falcón, 1943 – Maracaibo, 2004): 
«Es necesaria / Una huelga de risas y de llantos / Es imprescindible / Convivir con las raíces metálicas del tiempo / Es hora / De formar un sindicato de piernas y cerebros / Es el momento / De hacerse solidarios con los muertos / Propietarios, uníos, / Una tempestad de fusiles nos acecha / Pero aún / Nos quedan brazos para izar banderas, / Nuestra libertad viene de adentro / Como un incendio de gritos y latidos / Como ráfagas de voces en la sangre, / Como un canto ardido de palabras».

Estas poetas nuestras de ahora
Y si se trata de la poesía contemporánea, José Javier Sánchez, poeta y educador, dice en su blog (http://josejaviersanchez.blogspot.com) que “nuestras mujeres, nuestras jóvenes se hacen de un espacio con mucha fuerza. Sin revanchismos han sabido dignamente hacerse presente en todo el imaginario. Al leerlas vemos un país en pleno movimiento, un país escrito también por ellas”.
Difícil va a ser encontrarme con mi amigo en la próxima feria del libro y que me pida que referencie a las poetas contemporáneas que más me gustan, porque entonces el enredo va a atestiguar todo menos el silencio, la lista es larga.
Las voces de las poetas venezolanas se escuchan en todos los rincones, todas tienen cosas que decir, todas versos que leer, todas son este país que nace y se crece, todas son más visibles ahora que antes, el tiempo habrá de decir si sus obras trascienden.
Ingrid Chicote, Esmeralda Torres, Ana María Oviedo, Wafi Salih, Vielsi Arias, Coral Pérez, María Alejandra Rojas, Yanuva León, Katherine Castrillo, Morela Maneiro, Yuri Patiño, Sacha López y Dimitra Giagtzidakis, son algunas de las poetas que hay que leer. Ellas y también todas las que faltan nombrar aquí son la poesía venezolana del presente, ellas son las poetas, las nuestras.



LA POETISA CUENTA HASTA CIEN 
Y SE RETIRA
Por: Ana Enriqueta Terán

La poetisa recoge hierba de entretiempo,
pan viejo, ceniza especial de cuchillo;
hierbas para el suceso y las iniciaciones.
Le gusta acaso la herencia que asumen los fuertes,
el grupo estudioso, libre de manos y cerrado de corazón.
Quién, él o ella, juramentados, destinados al futuro.
Hijos de perra clamando tan dulcemente por el verbo,
implorando cómo llegar a la santa a su lenguaje de neblina.
Anoche hubo piedras en la espalda de una nación,
carbón mucho frotado en mejillas de aldea lejana.
Pero después dieron las gracias, juntaron, desmintieron,
retiraron junio y julio para el hambre. Que hubiese hambre.
La niña buena cuenta hasta cien y se retira.
La niña mala cuenta hasta cien y se retira.
La poetisa cuenta hasta cien y se retira.

(Libro de los oficios, 1967).


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