Segundo aniversario de Voces del Sur

La palabra nos hace humanos. Nos regala la oportunidad de decir, de construir, de soñar, de pronunciar el mundo que fue, el que es y el que será. La palabra es puente tendido al encuentro, es un espacio para reconocernos en la voz del otro y de nosotros. Con ellas se han hecho posibles mundos fantásticos y también hemos sido capaces de contarnos las heridas y las ganas. 


También es cierto que la palabra ha servido para la dominación y para el miedo, para la tortura y la mentira, pero ella nos ha dado la sintaxis que nos permite enarbolar las libertades y edificar, juntos, el mundo que necesariamente debe ser.

Estas Voces del Sur, voz de todas, voz de todos, cumple dos años contando libros y los sentimientos que ellos provocan. Hace un año escribí a propósito del primer aniversario, que este espacio intenta “abonar las raíces de nuestra memoria y nuestros anhelos”. Estos dos años han sido un caleidoscopio de libros, un mosaico de ayeres y de palabras que se enredan alrededor de las hojas. Es un ejercicio para la memoria, para recordar de dónde vienen los dolores y de dónde los mañanas que habrán de ser.


Y es que en los andares humanos estamos siempre cerca, siempre. Aunque la soledad nos pronuncie, allí está la palabra como pensamiento que lleva impresos los ecos de todos los tiempos y de todas las gentes. No hay palabras, ni libros solos, en cada uno habita la textura, los sabores, los olores de cada hombre, de cada mujer, de cada pueblo, de cada tiempo.


Por este espacio, diminuta tregua a las cotidianidades, han pasado los decires de escritores de la talla del compromiso como Benedetti, Galeano, Martí, Hernández, Vallejo, Gelman, Alberti, Dalton, Guillén y Machado, así como Gustavo Pereira, Miguel Márquez, William Osuna y Francisco Sesto, entre tantos otros y otras que son referencia obligada de este sur habitado por el viento y desnudado por el trueno. También han cantado sus versos Alí, la Negra Sosa y Silvio, y han recitado sus versos poetas jóvenes de esta geografía venezolana.


Voces del Sur, voces de estas tierras tan nuestras y poco nuestras, tan hondas y sabias que han sabido anudar los tambores del África, las danzas del fuego y del agua, el calendario y la pirámide, la siembra del maíz y la cura del alma. Tierra fértil para el canto, para el grito, para el llanto... para la risa cantarina y la plegaria a las diosas y dioses de todos los tiempos. Voces que retumban en los páramos, en los llanos, en la selva, en la arena. Voces con ecos y con futuros, con manos labriegas y manos de caña, con pies de barro y de canto, voces, voces infinitas que son lo que somos y que serán mañana.


Compartir estas palabras es un privilegio y por ello doy las gracias al papel que me permite pronunciarlas y escribirlas, y a los lectores, las gracias infinitas por escucharlas, por leerlas. Confieso que aquí dejo cada domingo lo mejor de mí. Cuando me siento a escribirles y escribirme, celebro la posibilidad hermosa de cantar la vida, de compartir estos sueños y estas ganas, y sobre todo la magia de poder encontrarnos. Ojalá el tiempo nos siga abriendo rendijas para asomarnos y reconocernos en la misma orilla, ojalá porque existen aún muchas voces del sur para navegar y éste quiere ser un puerto para lanzarse a la aventura de la palabra que nace los mundos, los lugares, los tiempos, las gentes, que de otra manera serían silencio.

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