Rodolfo Walsh: el periodismo necesario
Eligió la palabra como una trinchera de lucha, para ganarse los sueños por asalto, para contar los miedos y las humanas pasiones. La eligió tal vez sabiendo que de él quedaría lo dicho y lo hecho, páginas de ires y venires que nos siguen diciendo que el periodismo es oficio valientes cuando se narra desde las verdades y los sudores y los pueblos.Rodolfo Walsh, oficiante de la palabra, sigue acusando desde la memoria la siembra del pueblo argentino en una de las dictaduras más cruentas del sur del subcontinente. Rebelde de todas las causas justas, nació en Choele-Choel, provincia de Río Negro, Argentina, el 9 de enero de 1927 y se encuentra desaparecido desde el 25 de marzo de 1977.
Su voz sigue denunciando pese a la desmemoria y la imposición de los silencios. Su palabra es un arma capaz de demostrar las traiciones. Aunque hayan querido acallarlo su voz retumba en el papel, como el vértigo develado de las sombras.
“No es el menor de esos espejismos la idea de que un lugar así no puede estar tan tranquilo, tan silencioso y olvidado bajo el sol que se va a poner, sin que nadie vigile la historia prisionera en la basura cortada por la falsa marea de metales muertos que brillan reflexivamente”, dice Walsh en Operación Masacre, un libro que es una llamarada de conciencia.
Porque era precisamente su compromiso, ese, el de decir dónde nadie más se atrevía a nombrar las verdades. Hay palabras que mostrando, nos muestran las heridas, esa es la de Walsh, sur entre los sures, humano en su dimensión de hombre, voz de los sin voz, de esos otros que caminan el destino con hambre.
Se asomó a ver qué pasaba y se sumó a las luchas. No resistió la pasiva mirada desde los muros, sino que se internó en las profundidades de la violencia y allí nació para siempre, joven, rebelde, con la razón a cuestas. Rodolfo Walsh, incendiario en su palabra, un día antes de haber sido detenido ilegalmente, envió una carta a la Junta Militar.


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