"Los Girasoles" vandalizados
La imagen de “Los Girasoles”, sucios, pintados de rojo, con una pátina de sopa de tomate, es un latigazo que me ha sacado del silencio que proclamé hace dos años, cuando alguien, más utópico que yo, dijo que saldríamos mejores. Lo dudé. Supuse que lo peor saldría a flote y por eso decidí guardar silencio tras las mascarillas que han ido a parar en el fondo de los océanos.
Se volvieron
locos. Nos volvimos locos, malvados, histéricos, irreflexivos y caníbales. Volvimos
peores. El siglo XXI se ha convertido en un saco roto donde en nombre de los
ideales más absolutos se están cometiendo actos de barbarie que parecen un
calco deslucido del oscurantismo.
La proclamada
igualdad derriba cualquier asomo de disentimiento y unicidad. En nombre de las
mujeres pretenden reducirnos a un lenguaje donde lo femenino queda abolido y
supeditado a una vocal, "neutra", que no tiene voz de mujer. El cambio climático
es una excusa para dañar un cuadro de Van Gogh. Los gritos y las consignas baratas
cancelan los debates que deberíamos estar dando de cara al futuro. Nos espera
el precipicio ni más ni menos.
“Los girasoles”
es una de las obras más hermosas de Van Gogh, un personaje maravilloso por
cierto, un loco de los antes que fue capaz de proclamar la belleza como una
consigna vital. A su modo El Quijote es otro de los locos lindos, como Rosa
Luxemburgo, García Márquez o Mark Twain, solo nombrando algunos que me vienen a
la memoria sin llamarlos.
El cambio climático, la igualdad, la justicia y la libertad siguen siendo los grandes temas de este tiempo. Lástima que estas batallas urgentes se diluyen en un pote de sopa de tomate Heinz.
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