Lluvia
Llueve. El mundo afuera espera que mi cuerpo amanezca. El
trabajo, las palabras, las colas, la espera, el desvivir de estos tiempos de
cólera. Llueve, afuera salpican los zapatos gastados en el asfalto cansado de
tanto ir y venir del tráfico. Llueve, el mundo queda bajo las aguas, los techos
con goteras, los frisos sin cal, las ventanas rotas, los paraguas con varillas
sueltas. Nos merecemos el naufragio, por inocentes tal vez, por creer en la
buena conciencia cuando todo es gris. Insiste en llover. Los días son sinónimos
de lluvia.
Aguacero, aguaviento, algarazo, chaparrón, chirapa, rocío,
cilampa, garúa, mollina, orvallo, seresere, sirimiri, tapayagua…
Lluevo con la misma cadencia que el cielo, incluso cuando
cierro la puerta y adentro, como mar en calma, como balsa y bálsamo, tus ojos
de domingo soleado tocan y apaciguan el chubasco que me inunda.
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