Patria
En los cuadernos Rivadavia que mi viejo llenaba de flores
con mi nombre cuando inauguraba cada nuevo año de primaria. En la biblioteca a medida
de mis abuelos donde Espartaco compartía estante con Nikolái Ostrovski, que se
salvó de las redadas de la triple A porque creían que Así se forjó el acero era
un libro de ingeniería. En la ternura de mi bisabuela que lloró cuando se
disolvió la Urss. En las agujas de
tejer de mi abuela que hacía pulóvores siempre a dos tallas, igualitos los dos,
para que mi hermana y yo disfrutáramos con ellos la textura de su abrazo. En el
taller donde el abuelo se internaba para salir siempre más sucio y con juguetes
para sus nietos que tenían el tacto de su caricia. En el adiós de mi madre
cuando se fue pero se quedó en las largas conversas por whatsapp que cruzan la
extensión de Nuestra América. En la voz de mi sobrina. En aquella esquina de La
Favorita donde esperé por horas a un viejo amor. En un atardecer frente al mar
Caribe donde me enamoré otra vez. En las conversaciones eternas con las
hermanas que me ha dado la vida. En el balcón donde la brisa acompaña tantas
lecturas. En los domingos de madrugada que huelen siempre a café recién colado.
En la nostalgia, la infinita nostalgia de todos los lugares que he visitado y
donde dejé mis fragmentos. En la esperanza que persiste pese a todo. Allí, sólo
allí, está la Patria.
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