Jean Aristeguieta se fue a volar sobre el Orinoco



Cuando sólo se oía el rumor de las aguas lamiendo las orillas ya Amalivaca juntaba sueños y esperanzas. Antes, mucho antes, todo era silencio. Cuando él lo quiso la tierra y el Orinoco se hicieron canto y así silbando nació el verso.
Ciudad Bolívar, la otrora Angostura, lleva la costumbre del río, quiere decir que es andariega como el Orinoco, por eso tal vez se ha movido tanto y de alguna manera esa vocación de viajera incansable la tomaron las gentes que vinieron después y que sin darse cuenta escuchan el rumor del río y se dejan llevar mecidos por sus aguas.
Lo de viajante lo supo bien Alejandro Otero y su costumbre de tratar de atrapar el viento y si de movimientos se trata, Jesús Soto retrató como nadie los ires y venires de la luz y del agua. ¿Y Antonio Lauro acaso no sabía de viajes cuando hizo vibrar la guitarra para recordarnos a Natalia? Manuel Yánez sigue viendo huir en la corriente esa flor que dejó para siempre perfumado el río.
De voces que saben de canto y de vuelo, tiene esta tierra. Allí, está Luz Machado y Mimina Rodríguez Lezama y claro cómo no, también Jean Aristeguieta
Ella aprendió a volar en las alas de las mariposas y la palabra estalló en vuelos cuando vio una vez un barco surcando el Orinoco, navegando lejos, siempre un poco más allá.
La escritora quien nació el 31 de julio de 1921, en Guasipati, estado Bolívar y falleció en Caracas, el 9 de enero de 2016, tiene alrededor de cuarenta libros publicados y fue miembro de la Academia Venezolana de la Lengua, a partir de julio de 2014. Su obra que abarca poesía, ensayo y análisis literario está traducida al griego, francés, inglés, italiano, portugués y ruso.
Poeta del mito y el viaje, de las mariposas y los sueños, Aristeguieta publicó sus primeros poemas adolescentes en la revista Alondras, que editaba el Ateneo de Guayana, en la década de 1930. A Ciudad Bolívar había llegado desde Guasipati a estudiar y allí  se fundó su palabra en la visión de un grupo de surrealistas que con el nombre de Aureoguayanos, reunía en la Plaza Bolívar a Alarico Gómez, Elías Inaty y José Ramón Del Valle Laveaux, entre otros poetas y que tuvo entre sus visitantes a Jesús Soto.
En 1948 se unió al grupo editorial de la revista Lírica Hispana que había sido fundada cinco años antes por Consuelo Lope Bello.
Residenciada en Madrid, estudió Letras en la Complutense con especial atención en la estilística y la literatura antigua. En la capital española dio nacimiento en 1967 a la revista Árbol de fuego, que continuaría editando a su vuelta al país, a partir del cuarto número y que alcanzó 121 ediciones.
Entre otras distinciones Jean Aristeguieta fue reconocida con el Premio José Vasconcelos de México y el Premio de Poesía Hölderlin de Alemania.
Esta incansable mujer es una de las voces venezolanas. Ella supo trascender el espacio y hoy sigue dibujando con su vuelo el ir y venir del Orinoco, en la “vislumbrada región / con mariposas de oro / dormidas en el fuego”.


Bolívar (fragmento)
Revelación de la tierra
1
Respóndanme soledades de la selva
intrincados resplandores guayaneses
Respóndanme encendidos horizontes de trópico
pregunto por Bolívar y su figura en llamas
Respóndanme abismo de los Andes
solitaria belleza con páramos y nieves
Respóndanme las desolaciones de los llanos
los esteros con boras y con garzas
Respóndanme los morros guariqueños
serenos vigilantes de la patria
Respóndanme los misterios lacustres del Zulia
las fosforescencias de su suelo con petróleo
Respóndanme bosques motilones
respóndame la tierra venezolana
ardorosa con la tempestad de sus tesoros
fluyente como las cabelleras de los moriches
Respóndame el grito de la tierra
El mutismo de la tierra salvaje hermosura terrenal
entonces podré acercarme hasta Bolívar
dueño de la profecía ángel arcángel de la libertad.

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