La palabra revolución

Las palabras dicen cosas y callan otras. Las palabras nombran el mundo y hacen que el futuro sea posible. Hay palabras que son sentencias como amor o como tristeza. Hay otras que llevan la ternura en sus entrañas como madre, caricia o papelón. Algunas palabras son puentes y a través de ellas podemos encontrar amigos, domingos y alegrías, si son compartidas mejor. Muchas sirven para mirarnos: adentro, espejo y culpa.

Hay palabras, miles de palabras, estamos hechos de ellas. Cada uno lleva todas las que le caben entre la espalda y las manos, las que aprendimos de nuestros padres, las que nos enseñaron en la escuela y también las que queremos olvidar.

Cuando nombramos hacemos un largo recorrido por la historia. Existen palabras nuevas y otras en cambio tienen toda la memoria de la vida humana en sus esquinas. Con recordar por ejemplo decimos “volver a pasar por el corazón” y eso es precisamente lo que hay que hacer cuando decimos la palabra revolución.

Este es tiempo de llenar de contenido las palabras que a veces de tanto usarlas se nos van desdibujando. Es decir, cuando pronunciamos “sueño” que no se nos olvide que estamos convocando la utopía posible. Cuando queremos hablar de “futuro” colmemos su interior de nosotros, de niños, de juegos, de justicia y caricia. Cuando gritemos esperanza, que esta es una palabra que hay que decir fuerte y con los ojos puestos en el porvenir, digamos también compromiso.

Y si este es el tiempo de la palabra revolución es precisamente porque dentro de ella habitamos los más que menos hemos tenido, por eso en su seno deben habitar las palabras más hermosas que conocemos. Futuro, juntos, entrega, honestidad, trabajo, amor, encuentro, y además solidaridad y hogar de las generaciones venideras. Menuda palabra hemos escogido para transitar hacia un mundo donde con ella debemos edificar hogares, escuelas, hospitales, música, arte y también debe servir para la siembra, la lluvia, la gracia y el abrazo entre todos.

Juntos. Juntemos bocas, labios y sueños para nombrar el porvenir que está hecho de memoria, de palabras para recordar de dónde venimos, de palabras para estar seguros dónde estamos y qué hay que cambiar y corregir para hacer de las palabras la casa del mañana.

No hay duda, este es el tiempo para que “revolución” no sea solo una palabra, sino una idea y además una acción, pero no de unos pocos, sino de todos, porque revolución más que una palabra es un desafío, una apuesta al futuro, una caricia que nos convoca al encuentro y también a volar, porque de eso sabemos los seres humanos, de vuelos y de la magia cotidiana cuando somos capaces de hacer de una palabra el lugar donde erigimos el corazón.

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