Fabricio Ojeda no renunció nunca a la esperanza
** En la clandestinidad asumió la
presidencia de la Junta Patriótica que logró finalmente encontrar
el camino a la paz y a la democracia, el 23 de enero de 1958.
A lo que no renunció nunca fue a la
vida. Apostó por la esperanza y se quedó para siempre en la palabra
que supo desde antes nombrarnos las heridas y con ellas alumbrar un
camino que hoy tiene la dirección del futuro.
Fabricio Ojeda, el Comandante
“Roberto”, (Boconó, estado Trujillo, el 6 de febrero de 1929 –
Caracas, 21 de junio de 1966) se instaló en la juventud para
alumbrar el tiempo que empezó a nacer de sus sueños y que hoy lleva
su nombre, entre tantos otros amorosos quijotes que dieron su vida
por las causas más justas y hermosas de la humanidad.
Cuentan que trabajó como maestro en
Cabimas, y que luego anduvo libre y contestatario por las aulas de la
escuela de periodismo de la Universidad Central de Venezuela, y que
con su palabra que sabía encender la memoria trabajó en los diarios
El Nacional, La Calle y El Heraldo.
Desde muy joven la política, esa que
con mayúsculas anda tratando de hacer más libres a los pueblos, lo
llamó a su lado. Eran los tiempos del silencio, de la fuerza sin la
razón, por eso en agosto de 1952 fue detenido en Maturín, estado
Monagas, por agentes de la Seguridad Nacional.
A partir de 1957 se dedicó a organizar
un movimiento civil que fuera capaz de luchar por el derrocamiento de
Marcos Pérez Jiménez. En la clandestinidad asumió la presidencia
de la Junta Patriótica que logró finalmente encontrar el camino a
la paz y a la democracia, el 23 de enero de 1958.
Fabricio Ojeda fue electo diputado al
Congreso Nacional por su partido, Unión Republicana Democrática
(URD). Pronto decidió dejar su curul para acompañar ell movimiento
guerrillero que tomó las armas contra el régimen de Rómulo
Betancourt de Acción Democrática.
Renuncia
Con la voz clara y rotunda de las
verdades irrevocables, Fabricio Ojeda consignó ante la historia uno
de los documentos políticos más importantes de una generación, una
que se negó a traicionar al Pueblo. Cuando decidió dejar el
Congreso para tomar el cielo por asalto, el líder revolucionario
escribió una carta de renuncia que hoy sigue siendo una prueba
fehaciente de sus sueños, de su convicción libertaria y una
denuncia contra el Puntofijismo.
Ya convertido en el Comandante Roberto
del Frente de Liberación Nacional, bajó de las montañas, para
tratar de evitar lo que parecía una división de las fuerzas
revolucionarias. En Caracas fue capturado por el Ejército el 12 de
octubre de 1962, y condenado por el Consejo de Guerra Occidental a 18
años y 8 meses de prisión. De la cárcel de Trujillo donde se
encontraba recluido logró evadirse, junto a un grupo de compañeros
guerrilleros y militares, el 15 de septiembre de 1963.
Apenas tres años después, el 20 de
junio de 1966, fue nuevamente capturado en La Guaira por el Servicio
de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA). El 21 de junio
apareció en su celda muerto en extrañas circunstancias.
Él que se animó a cambiar un curul
por las montañas, que transformó la fe en acción revolucionaria,
sigue tan indeteniblemente joven, tan amante de la palabra que sabe
decir las verdades, que siempre será ejemplo para los amorosos y los
libres que aspiran a un mundo mejor.
“Si muero, no importa, otros vendrán detrás que recogerán nuestro fusil y nuestra bandera para continuar con dignidad, lo que es ideal y deber de todo nuestro pueblo”.
Fabricio Ojeda
Carta de renuncia de Fabricio Ojeda
al
Congreso de la República (fragmento)
“Estoy consciente de lo que esta
decisión implica, de los riesgos, peligros y sacrificios que ella
conlleva; pero no otro puede ser el camino de un revolucionario
verdadero. Venezuela – lo sabemos y los sentimos todos -, necesita
un cambio a fondo para recobrar su perfil de nación soberana,
recuperar los medios de riqueza hoy en manos del capital extranjero y
convertirlos en instrumento de progreso colectivo. Necesitamos un
cambio a fondo para liberar al trabajador de la miseria, la
ignorancia y la explotación; para poner la enseñanza, la técnica y
la ciencia al alcance del pueblo: para que el obrero tenga trabajo
permanente y sus hijos amparo y protección. Venezuela, en fin,
necesita un cambio profundo para que los derechos democráticos del
pueblo no sean letra muerta en el texto de las leyes; para que la
libertad exista y la justicia impere; para que el derecho a la
educación, al trabajo, a la salud y al bienestar sean verdaderos
derechos para las mayorías populares y no privilegios de escasas
minorías. Pero nada de esto podrá lograrse en un país
subdesarrollado y dependiente, como el nuestro, sino a través de la
acción revolucionaria que concluya con la conquista del Poder
Político por parte del pueblo”.
(La carta completa puede leerla en la
página del PSUV del Gobernador Aristóbulo Istúriz)
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