Semblanzas, ¿literatura o periodismo?


En la Sala Alejo Carpentier de la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, sede de esta 22 Feria Internacional del Libro, la escritora y periodista venezolana, Daniela Saidman, inauguró el programa de presentación de la República Bolivariana de Venezuela con la ponencia “Semblanzas, ¿literatura o periodismo?”, un acercamiento al periodismo literario y a la polémica que sobre las posibles fronteras entre estos géneros existe. En el preámbulo a su exposición agradeció al pueblo cubano y a los 14 años de Revolución en su país, que le “han abierto las puertas a las nuevas generaciones de escritores, haciendo realidad sus sueños”.
En el Siglo de Oro fueron los dramaturgos, en el XVIII los enciclopedistas y en el XIX los novelistas burgueses, quienes nos contaron el tiempo que fue a través de los grandes personajes de la historia. Reales o inventados, esos hombres y mujeres, son la rendija sobre la cual nos asomamos hoy para entrever los sentires y haceres de un tiempo del que ellos son protagonistas indiscutibles. Allí Napoleón y más allá Julieta, por ahí Bolívar o Martí. ¿Acaso Kafka no fue capaz, por ejemplo, de dar con el signo de la locura de su tiempo? Lo que tienen en común todos ellos es que son capaces de narrarnos la vida desde sus victorias y derrotas, desde las cotidianidades con las que apreciaron el mundo y sus aristas.
Imagen: La Jiribilla
La historia está precisamente allí en las obras de teatro de Shakespeare y Calderón, y no solamente en los libros que narran fechas y hechos como si fueran verdades indiscutibles de las que solo son un fragmento. El espíritu de la vida de los tiempos pasados está en las obras, en los pasos pequeños que hicieron del tiempo este tiempo que tenemos hoy. Y tal vez podamos entender el siglo XIX gracias a la vida de seres humanos como Charles Darwin, Honoré de Balzac y Karl Marx, entre tantos otros nombres forjados a canto y fuego en la memoria.
Pero si esto es cierto, el siglo XX está marcado por el periodismo, el género literario que define a nuestra época. Fue precisamente a partir de la Primera Guerra Mundial cuando el periodismo se convirtió en el alma de su tiempo. Cómo sabríamos si no del racismo de EE.UU. si no fuera por las recopilaciones memoriosas de los diarios sobre la entrega vital de Malcom X y Luther King, cómo de las luchas de los obreros cuando pedían jornadas laborales más justas. El periodismo, ese género que nació antes con Voltaire y sus hojas sueltas, y del que Bolívar y Martí fueron en la América Nuestra sus precursores más aventajados tiene ya un alto vuelo en estas tierras, porque amalgama las humanas pasiones.
Hoy, cuando los medios digitales y el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación tienen más espacio y adeptos, el periodismo se ha vuelto en un teclear y parpadear de pantallas que en menos de un segundo está al alcance de miles de personas en el mundo que a su vez pueden compartir y redifundir en instantes la noticia.
Imagen: La Jiribilla
El periodismo se ha vuelto así en un oficio  del que todos somos parte y que vuela intangible a través de esta aldea global que se nos ha vuelto el mundo. Y si la literatura tiene entre sus características la ficción, el periodismo tiene cada vez más la literatura, en cuanto no somos capaces de discernir lo real de lo imaginario en medio del abrumador torbellino de noticias que vuela a nuestro alrededor.
Dice el periodista y novelista español Manuel Vicent que “el periodismo puede considerarse un género literario, porque la sobrecarga de información a la que estamos sometidos desde la mañana a la noche, e incluso durante el insomnio, hace que la realidad se rompa en mil pedazos cada día y se convierta en una ficción: cada esquina de ese vidrio nos devuelve un fragmento quebrado de lo que creemos que es la actualidad que estamos viviendo. Las noticias de la radio, las imágenes de la televisión, la lectura del periódico en el metro o en el autobús se inmiscuye en nuestras vidas hasta constituir una sola amalgama con nuestros sentimientos, con nuestra ideología, con cada uno de nuestros deseos, y al final ya no podemos distinguir lo que oímos, lo que vemos y lo que leemos de lo que soñamos”.
Periodismo literario
Pero volvamos al periodismo. En el último tercio del siglo pasado ha ido tomando cada vez más fuerza el llamado periodismo literario, un género que aún en discusión por los estudiosos de la comunicación, pudiéramos asegurar que ampara los siguientes subgéneros: primero según las definiciones más europeas del periodismo y con más asiento en nuestros medios, encontramos la crónica, la entrevista, el artículo de opinión con naturaleza narrativa, anecdótica o ensayística, y la columna. En segundo lugar, los subgéneros abordados con más profusión por el periodismo anglosajón y que tiene menos espacios en los medios latinoamericanos, el reportaje novelado, la novela-reportaje o novelas de no ficción, y el perfil o semblanza.
Pero ese periodismo literario se enfrenta a los prejuicios con los que casi todos los lectores de Occidente, explicamos la función social asignada al periodismo, así como el perfil de los lectores a los que se dirige y la preocupación ética, que es básica en la profesión periodística que se fundamenta sobre la separación de hechos y opiniones y la búsqueda de la objetividad, en la que esperamos la neutralidad, imparcialidad, equilibrio y equidad, valores que levantan un muro entre el relato y el comentario, y entre el periodismo y la literatura.
En este transitar por el periodismo literario del siglo XXI, hay una herramienta que me parece fundamental para contar el tiempo. Se trata de las semblanzas o perfiles. Cuenta Francisco Umbral, otro periodista y escritor español, que “para hacer literatura en el periódico no basta con necesitar dinero, sino hay que pulsar este género literario como el solo de violín del periodismo, como un soneto con sus reglas y medidas. Hay grandes escritores que nunca han sabido escribir un artículo, y hay articulistas que nunca han dado la medida de otros géneros, como el narrador en corto, que tiene más que ver con el poeta que con el novelista”.
Si revisamos los periódicos impresos y digitales nos daremos cuenta que cada vez cobra mayor fuerza, abordar un tema de actualidad centrándolo en sus protagonistas. Probablemente han venido surgiendo en estos últimos años artículos sobre personas y personajes concretos. Se trata de los perfiles, retratos, personajes de la semana, entre otros encabezados que suelen  utilizarse, en este creciente interés por quienes hacen o viven en forma directa los acontecimientos.
El perfil como herramienta del periodismo, con sus fuertes raíces literarias, surgió a partir de los años XX del siglo pasado, en EE.UU., en la revista New Yorker. Los escritores no querían dar declaraciones públicas y empezaron a elaborar retratos de persona. El primer escritor de perfiles fue Alva Jhonson, luego le siguieron Lillian Ross y Truman Capote, entre otros.
La semblanza o el perfil aún no están absolutamente definidos. En todo caso, sabemos que no es una entrevista de personalidad ni una presentación meramente biográfica aunque pueda utilizar características de ambas. Y pretende casi siempre mostrar las personalidad del sujeto y la vida que acontece alrededor de él.
Entonces, podríamos sostener que a través de una semblanza y a través de estilos propios de cada redactor, se abordan de diferentes maneras, que pudieran ser simultáneas, el carácter del personaje con un análisis en profundidad, de un solo aspecto, o tal vez señalando la devolución de la personalidad de este.
En todo caso, el desarrollo del carácter del relato permitirá que el lector se forme una opinión sobre el personaje así como cuando se hace la magia de la palabra, quien  se enfrente a la semblanza pueda sentirse próximo y prójimo al protagonista.
Tal vez uno de los rasgos fundamentales que deben tener las semblanzas es la actualidad. Se trata de que el lector sienta al personaje vivo, vibrando en el tiempo presente, capaz de revivir el ayer en el ahora, para esto el trabajo de investigación es fundamental, porque al final de cuentas se trata de darle cuerpo y vida al papel para que pueda tener la textura del presente. Cada quien juzgará cuáles son los datos biográficos que forman el carácter de una persona y será a través de las palabras que podremos darle veracidad y actualidad al texto, que en todo caso, debe ser una invitación al lector, a adentrarse en la vida y en los sueños de determinadas personas que de una u otra manera le han dado y le dan matices al presente.
Ese es el periodismo de estos años, ese que se puede tomar el tiempo de contarnos y proyectarnos hacia el futuro, y no solo quedarse en las páginas de sucesos que dan cuenta de los muertos y los olvidos.
El periodismo nos da hoy a unos hombres que pueden a través de la inmediatez contar el sueño de millones de seres humanos, ellos son la voz de los sin voz, de ahí el compromiso que debieran asumir, aunque ese es tema de otro relato.
Por ejemplo, cuando los hombres del futuro quieran saber qué pasó en la América Latina a finales del siglo XX y principios del XXI, se encontrarán sin duda alguna con un personaje maravilloso y lleno de matices que se llama Hugo Chávez, de su mano podrán entender cómo era el mundo que vivimos, cómo él, cual Quijote, fue capaz de enarbolar las banderas de la justicia ya no como una utopía, sino como un estandarte en el que se fundaron las esperanzas de estos pueblos. A través de él, de su vida, podrán acercarse a Venezuela como un epicentro de los cambios que se sucedieron en el continente americano. Y así, serán los periodistas quienes a través de sus palabras nos dibujen a ese ser humano irrepetible y nuestro que nos alumbró el futuro, como si hubiera salido de una novela, aunque en este caso esté dibujado en los periódicos y delineado por la tinta indeleble de las rotativas.
Pero si el ejemplo anterior tenía el acento puesto en un ser humano, es porque recopilar la historia a partir de noticias fragmentadas es casi imposible. Pero en cambio, dibujar el pasado a partir de los hombres puede darnos el contexto y la textura de una época precisa, de la cual él o ellos fueron sus protagonistas. Y solo lo digo en pasado, pensando en los tiempos por venir que ya llevan entre sus pies todo el color y el ritmo de sus palabras, de sus haceres, de sus sentires y de su particular manera de entender la realidad.
En conclusión, el periodismo literario es periodismo en cuanto, en primer lugar no es literatura, no ficciona la realidad, sino que la presenta con los recursos propios de la literatura, con su lenguaje abierto y expansivo, pero manteniendo los requisitos del Periodismo sobre la actualidad, la veracidad y la intención comunicativa sobre el lector.
El perfil o la semblanza se inscribe así en el periodismo de este nuevo tipo y este nuevo tiempo que se adentra en la vida y obra de un personaje de la historia para que nazcan a partir de allí las características sociales o el ejemplo de quienes fundaron a partir de su entrega vital nuevas percepciones sobre la realidad o generaron facturas en la vida colectiva o también marcaron puntos de inflexión sobre la realidad. En todo caso, lo fundamental, es que desde la semblanza el ser humano se alza sobre el papel e invite al lector a adentrarse en ese personaje, a saberlo parte del mundo, a querer aprehenderlo para entender el tiempo que le tocó vivir. La semblanza es así, un  recurso periodístico y literario, que nos define a través de los hombres el tiempo que hemos vivido o el que estamos por hacer nacer, sumándonos a lo que se nos propone como ejemplo o reflexionando sobre épocas completas, no ya como un texto historiográfico, sino más bien como una rendija abierta desde la cotidianidad.
Las semblanzas nos ofrecen pues rendijas para asomarnos al tiempo que fue, al tiempo que es, y por qué no, al tiempo que está por venir.
Les propongo, un ejemplo de semblanza para intentar ilustrar mejor todo lo anterior… el lenguaje y sus características de actualidad…

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