El Bolívar de América


 ** El prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que hizo del pasado el futuro necesario, fue también un poeta.

De lejos parecía que la pluma dibujaba garabatos. Vistos de cerca los trazos eran letras y éstas formaban palabras, oraciones, párrafos, textos enteros. La visión de América emergía de esas manos que trastocaban el tintero en sangre, en pulso y pensamiento, en amorosa razón liberadora. Allí estaba él, apenas alumbrado por una vela, que todo a su alrededor convertía en fantasmas y en sombras. En cambio su palabra iluminaba el futuro. Manuela era una presencia que lo acompañaba de lejos y le soplaba al oído las caricias que a distancia lo hacían levantar por un instante los ojos del papel y tal vez, tal vez un suspiro se colaba entre sus labios.

Banderas de sueños
Simón Bolívar (Caracas, 24 de julio de 1783 - Santa Marta, República de Colombia, 17 de diciembre de 1830), el prócer de la Independencia, el amoroso Quijote de los sueños todos, el que supo darse a la vida por la vida misma, el que hizo del pasado el futuro necesario, el que se sembró entero en la memoria de esta América, que con largas piernas y hondo aliento, nos cobija y nos nombra, fue también poeta.
Cada uno de sus textos son piezas que nos hablan de su pensamiento emancipador, de su hechura de ser humano trascendente y divinamente humano.
En sus palabras está él y estamos nosotros, las mujeres y hombres que tomamos sus banderas de sueños para izar utopías y vivirlas hechas realidad en este siglo XXI signado por esperanzas y pueblos.

Discursos como versos
Como canta nuestro padre cantor, Alí Primera, Bolívar es el amigo que vibra en el presente nuestroamericano, porque “Bolívar, bolivariano, no es un pensamiento muerto, ni mucho menos un santo para prenderle una vela”.
Sus discursos, cartas y proclamas están colmadas de su vida. Y leyéndolas tanto tiempo después es imposible no imaginar a ese Simón que se sienta a escribir como soñando los mañanas que laten en las ganas y en los ojos del niño que juega pelota en cualquier barrio de Caracas o de Quito, en la madre que amamanta a su hija cantándole el Gloria al Bravo Pueblo o a la maestra que enseña historia y se sigue conmoviendo después de años de ejercicio docente por el Discurso de Angostura. Ese es nuestro Bolívar el que compra la leche y el pan, el que celebramos en cada fiesta patria, el que sirve de consuelo a las palomas en las plazas, el que ondea en la octava estrella de nuestra bandera y el que nos dice presente en el proyecto de país que respaldamos la mayoría de las mujeres y hombres de esta Venezuela que también lleva su nombre.
Yo he sido el soldado de la beldad, porque he combatido por la Libertad, que es bella, hechicera y lleva la dicha al seno de la hermosura donde se abrigan las flores de la vida”, le dijo el joven Simón a una señoras peruanas, un 13 de agosto de 1826.
Y es que todo lo humano vive aún en ese hombre que se regó fecundo sobre la tierra, que germinó hecho millones, hecho viento, canto, fuego, himno. Bolívar es la palabra libertaria, el pensamiento convertido en acción, la trinchera armada de pensamientos y flores que sigue siendo, que seguirá siendo siempre, lumbre y estandarte.

El tiempo
Venga usted al Chimborazo; profane usted con su planta atrevida la escala de los titanes, la corona de la tierra, la almena inexpugnable del Universo nuevo. Desde tan alto, tenderá usted la vista; y al observar el cielo y la tierra, admirando el pasmo de la creación terrena, podía decir: dos eternidades me contemplan: la pasada y la que viene; y este trono de la Naturaleza, idéntico a su autor, será tan duradero, indestructible y eterno como el Padre del Universo”, le escribió Bolívar a su maestro Don Simón Rodríguez, el 19 de enero de 1824. Precisamente esa visión de la tierra, su conmoción ante lo inmenso de la naturaleza y el ser humano, dan muestras de su sensibilidad, de la magia con que pudo ver el mundo y el paso de los hombres por el. 
 
Y es que hay un Bolívar más grande y hermoso, más humano, más próximo, más prójimo, que el brillante estadista y militar. Porque Bolívar fue eso, pero sobre todo fue y seguirá siendo un hombre, inmenso en lo pequeño, frágil, leve, enamorado, libre, tierno, un hombre pues, en el que vivieron y viven todas las humanas pasiones y todos los sueños. Tal vez por eso pudo entregarse íntegro, valiente y eterno, a la vida que vive hoy, a la vida que seguimos nosotros edificando juntos y juntas, para las hijas e hijos que vendrán.



Canto a Bolívar (fragmento)


Pero hacia la esperanza nos conduce tu sombra,

el laurel y la luz de tu ejército rojo

a través de la noche de América con tu mirada mira.

Tus ojos que vigilan más allá de los mares,

más allá de los pueblos oprimidos y heridos,

más allá de las negras ciudades incendiadas,

tu voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:

tu ejército defiende las banderas sagradas:

la Libertad sacude las campanas sangrientas,

y un sonido terrible de dolores precede

la aurora enrojecida por la sangre del hombre.

Libertador, un mundo de paz nació en tus brazos.

La paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,

de nuestra joven sangre venida de tu sangre

saldrán paz, pan y trigo para el mundo que haremos.

Yo conocí a Bolívar una mañana larga,

en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,

Padre, le dije, eres o no eres o quién eres?

Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:

Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo”.

Pablo Neruda


** Imagen tomada de internet

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