Rosa Chávez, el corazón de la piedra

La memoria es tiempo sagrado, ritual de vida, suma de voces que viajan con el viento, herida y risa abierta, flor y fruto, semilla que pare el futuro. Y hay versos que son recuerdo, que son mañana, que son profundas miradas de la tierra y del agua, y en el centro vibrando el corazón de la piedra. Los poemas de Rosa Chávez (Guatemala, 1980) llevan entre pliegues y aristas el sabor de la memoria, de esa vida que cruje entre llamas, incendiando el día que se abre para inaugurar el alba.

El corazón de la piedra, publicado por Monte Ávila Editores, en 2010, en la colección Literaturas Indígenas de América, es una invocación a las diosas y dioses que nos habitan, a los ecos próximos y prójimos que convergen en la memoria de la tierra y sus gentes.

“Hablame en el idioma del tiempo / sacudime en el silencio de las estrellas / despertame temprano antes de volver a dormir / para amarte con mi lengua domesticada/ para que tu voz descalza juegue en mi cuerpo”. (fragmento)

El futuro incierto, quemado de pasados renace en los versos de una joven poeta que rescata sus voces más hondas, las de su pueblo, los rumores de los árboles y las hojas, el susurro de la semilla brotando de la tierra y el sonido del agua inundada de adioses.

“De dos corazones salí al mundo, / ardientes mis pasos / temporales mis huesos / salí al mundo de dos corazones / con los signos sellados / disfrazadas ahora mis carnes / vuelvo a la tierra / (…) / mis dos corazones / son de nuevo amasados / y vuelvo a salir al mundo”. (fragmento)

Pero la piedra es también el impuesto silencio, la ola que se estrella en el acantilado, la muerte que no tiene tumbas ni despedidas, la vida que vive en otra parte, el dolor que nace en los gestos y el miedo que late en mitad de las certezas.

“Los ojos de los desaparecidos / miran hacia adentro / no se pueden cerrar amarrados en el tiempo / flotan sus nombres al viento como bandera de nadie / dicen adiós esperando el retorno”.

Rosa Chávez hace del poema un canto, imprescindible canta de esta América Nuestra. Bailan en sus ojos las llamas encendidas, suenan en su cuerpo las ondulaciones de las montañas y las rocas, late, palpita y nos regala un verso que como un puñal se adentra en los adentros. Esa es la joven voz de este sur que clama libertades y construye y sueña y lucha, y se instala en los vientos que traen banderas como alas de esperanzas.

“Desgranada camino de espaldas / no quiero ir delante ni detrás del tiempo / quiero ir a su lado / cortando estrellas / calculando el tamaño de mis células”.

Hoy y siempre. La vida se escinde y reverdecen de un lado y del otro los miedos y las risas, la pregunta sin respuesta y la certeza que desayuna una duda. Dos orillas, dos mundos, dos tiempos, dos mujeres que habitan en una. Mitad sagrada que aflora en los labios, mitad que nace para siempre ahora.

“Mis ojos de tortuga triste delatan el cansancio / conozco el camino acuático que recorre mi sangre / en búsqueda de aguas tibias / voy despacio con nadie / quebranto los dientes de mis depredadores / en mi espalda la memoria de todas mis vidas juntas / soy una tortuga alucinada y melancólica”.

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