Buñuel sin discreciones
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Ilustración de Xulio Formoso |
** El cineasta español encontró en la
magia del cine una manera de contar el mundo que hoy sigue invitando
a pensar.
Nada pasó sin conmoverlo. Las grandes
corrientes históricas y estéticas lo encontraron siempre dispuesto
a defender los mejores sueños de los hombres. Luis Buñuel (Calanda,
España, 22 de febrero de 1900 – Ciudad de México, 29 de julio de
1983), el gran hacedor de imágenes, se acercó al cine haciendo
títeres y encendiendo las linternas mágicas que supieron alumbrarle
el futuro.
Alentado por su padre, luego de
terminar el bachillerato, partió cuando tenía 17 años a estudiar
ingeniería agrónoma en Madrid. Alojado en la Residencia de
Estudiantes, durante siete años compartió con el artista Salvador
Dalí y los escritores Federico García Lorca, Rafael Alberti y Juan
Ramón Jiménez, entre otros. Allí se enamoró del cine, aunque de
niño las puestas en escenas eran también su forma de volar. Por
esos años participó en las tertulias ultraístas que dirigía Ramón
Gómez de la Serna. Fueron éstos tiempos de encuentro y de
exploración, tal vez por eso de la ingeniería pasó a la Historia,
que después terminaría por contarla con los recursos infinitos de
la imagen, el movimiento, la música y la palabra.
Cuentan que con sus compañeros de la
Residencia llevó adelante sus primeros ensayos teatrales con
versiones delirantes de Don Juan Tenorio en las que actuaban García
Lorca y Dalí. La ciudad de Toledo se abrió infinita y esplendorosa,
llena de nuevas ideas, cuando la visitó en 1921. El dadaísmo
despertó su curiosidad y exploró la obra de Louis Aragon y André
Bretón.
La segunda década del siglo lo tomó
con la palabra por decir, desde 1922 comenzó a publicar poemas,
prosas poéticas y cuentos en diversas revistas literarias, en
especial aquellas que sirvieron de espacio de encuentro para el
ultraísmo y la Generación del 27, entre las que se encontraban
Ultra, Horizonte, Alfar, Helix y La Gaceta Literaria.
En 1923 el padre de Buñuel falleció
en Zaragoza. Justamente en ese tiempo inició el servicio militar. La
palabra que en él era una ofrenda vital floreció en artículos,
cuentos y poemas que publicaba en revistas de vanguardia, y que
juntos dieron origen a un libro con el título de Un perro andaluz.
Las imágenes de esos textos formaron parte de su discurso
cinematográfico. Un año después, en 1924, se licenció en Historia
y decidió partir a París donde todas las manifestaciones culturales
de vanguardia se convocaban a quienes andaban buscando nuevas formas
de expresión.
Surrealismo
cartel un perro andaluz Buñuel sin
discrecionesEl filme Las tres luces (Der müde Tod) de Fritz Lang le
abrió finalmente el mundo del cine ya para siempre. Luis Buñuel
decidido a aprender sobre la magia de la imagen trabajó como
asistente de dirección con el francés Jean Epstein.
Seducido por el surrealismo su vida fue
el cine definitivamente. Era una voz entre muchas voces, una que
encontraría un tono que ha quedado prendido en el tiempo.
En 1929 empezó a trabajar con Dalí en
la película Un perro andaluz, que se estrenaría el 6 de julio de
ese año en un cineclub parisino. El éxito alcanzado le abrió las
puertas del grupo surrealista que se reunía en un café para sentar
posición política, y escribir manifiestos y cartas. Max Ernst,
André Bretón, Paul Éluard, Tristan Tzara, Yves Tanguy, Magritte y
Louis Aragon, fueron algunos de los exponentes de esa corriente con
los que Buñuel trabó amistad.
Después vino La edad de oro, película
que sería censurada por cincuenta años y que finalmente fue
exhibida en 1980 en Nueva York y un año después en París.
Después de un viaje a Estados Unidos,
en 1931, Luis Buñuel regresó a Madrid. La segunda República
Española despuntaba los anhelos de libertad y justicia. Allí
proyectó La edad de oro. Después de romper con los surrealistas,
Buñuel asistió en 1932 a la primera reunión de la Asociación de
Escritores Revolucionarios.
En abril de 1933, inició la filmación
del documental Las Hurdes, tierra sin pan. Ese mismo año firmó un
manifiesto contra Hitler con Federico García Lorca, Rafael Alberti,
Sender, Ugarte y Vallejo.
En 1935, Buñuel ya casado con Jeanne
Rucar, fundó con Ricardo Urgoiti, la productora Filmófono, con la
cual se produjo Don Quintín el amargao, La hija de Juan Simón,
¿Quién me quiere a mí? y ¡Centinela alerta!, entre otras.
El golpe de Estado franquista tomó a
Buñuel por sorpresa en Madrid. Decidido a estar al lado de la
República española, durante 1937 se encargó de supervisar el
pabellón español de la Exposición Internacional de París.
Terminada la Guerra Civil, en 1941, quedó desempleado en EEUU. A lo
mejor por eso aceptó un puesto en el Museo de Arte Moderno de Nueva
York, como productor asociado para el área documental, y supervisor
y jefe de montaje de documentales para la Coordinación de Asuntos
Interamericanos. En 1943 fue despedido por haber sido señalado por
quien fuera su amigo de muchos años Salvador Dalí como un ateo y
“hombre de izquierda”.
Superado el tránsito amargo volvió a
Hollywood a trabajar con Warner Brothers como jefe de doblaje de
versiones españolas para América Latina.
Exilio mexicano
A México llegó a dirigir Gran Casino,
una película comercial con el mexicano Jorge Negrete y la argentina
Libertad Lamarque. Finalmente en 1950 rodó Los olvidados, película
por la cual obtuvo en 1951 el premio al mejor director del Festival
de Cannes.
En 1952 filmó Subida al cielo, con la
que volvió a Cannes. Y ese mismo año salió Robinson Crusoe.
Después siguieron La ilusión viaja en tranvía, El río y la
muerte, y Así es la aurora (rodada en Francia).
Fiel a las ideas de paz y solidaridad
con los pueblos, Luis Buñuel firmó un manifiesto contra la bomba
atómica estadounidense, lo que junto a su apoyo a la revista
antifascista España Libre le valió su inclusión en la lista negra
estadounidense hasta 1975.
Después vinieron en 1956 La muerte en
ese jardín y Nazarín (1958). En 1959 rodó Los ambiciosos, una
película de compromiso político y social. Regresó a España para
dirigir Viridiana, una coproducción hispano-mexicana que obtuvo la
Palma de Oro en Cannes de 1961 y que fue censurada por el franquismo
hasta 1977. El ángel exterminador, tal vez una de sus filmes más
personales, fue rodada en 1962. Con Diario de una camarera volvió a
Francia. Y en 1966 filmó Belle de jour.
Luis Buñuel se convirtió en 1972 en
ser el primer director español galardonado con el Óscar a la mejor
película de habla no inglesa. El discreto encanto de la burguesía
sigue siendo una de los filmes más sugerentes y polémicos, que sabe
abordar desde el humor las mañas y decires de los integrantes de
esta clase social. Y vale anotar que junto a La Vía Láctea (1968) y
El fantasma de la libertad (1974), componen una serie de cine con
contenido social que fractura los cimientos de la narrativa
cinematográfica convencional.
Buñuel sigue vivo en sus creaciones.
Con él los espectadores nos dimos cuenta que hay cientos de formas
expresivas que encuentran de la mano de los espectadores recrear la
realidad desde la magia. Hay miles de formas de contar y Buñuel supo
invitarnos a ser partícipes del mundo que en las pantallas sabe
nombrarnos a pesar del tiempo.
** NOTA: Texto originalmente publicado en Periodistas en español.com
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