Refugio
Me hago la
distraída. No es que no haya visto al niño que junto a nuestra mesa vendía unas
gotas de alcohol en gel para alejar el virus y atraer unas cuantas monedas.
Bajo la mirada y sin embargo he visto bien al hombre que junto al auto se acercaba
en una noche en la que aún hace frío porque la primavera no termina de llegar.
Los he visto. Me muerde, lo confieso, el sentimiento de culpa. No he podido
dejar de pensar en mi felicidad que estalla contra la realidad del mundo.
Ante ese paisaje
humano que me habita, que me inunda, que se instala en medio de las
certezas, busco tu abrazo y cierro los ojos, que es una forma de apretar los puños. Callo, finalmente el grito que
ahogo contra tu pecho, es un llanto sin respuesta. Me quedo quieta ante la vida que duele, que muere, tu mirada de mar en calma, me devuelve una de
las esperanzas que también había creído perdida.
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