Resanar

Está bien sentirse derrotado, es un derecho que nos ganamos los que esperanzados perdimos la luz. Está bien sentirse abatido por la realidad que nos pasa por encima con los autos de lujo y las vacaciones de lujo y la comida con la que no podemos ni soñar. Está bien sentirse vencido cuando la vida se ha vuelto una cuenta que no cuenta de nosotros sino de las cosas que hemos dejado de tener. Está bien sentirse roto en una época en la que el ruido, la prepotencia y el desamor son los signos de los tiempos. Está bien el desaliento, el desanimado andar por la vida como si todos los días fueran de domingo de lluvia. Está bien darse cuenta que nos han triturado cada centímetro de esperanza. Está bien. Nos pasa a todos.
Pero, pese al cansancio, el agotamiento y el fracaso, lo único que no podemos permitirnos es capitular. Seamos añicos, virutas de un futuro que tal vez no pueda ser, pero por nada del mundo seamos como ellos, los responsables de la derrota y el desaliento. Seamos estos pedazos que todavía pueden juntarse y resanar las heridas desnudas de la fatiga donde nos miramos como viejos conocidos de la utopía, porque ahí, en esa grieta que creemos irreparable, también habita la belleza humana. 

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