Ramos Sucre: la vigilia de un poeta
** La Biblioteca Ayacucho editó la obra
completa del poeta cumanés, a la cual es posible acceder de forma gratuita en su
página web, además de otros títulos que hacen una de las más importantes
colecciones literarias de América Latina y del mundo.
¿Qué
sueños habrá tenido quien no pudo dormir nunca? ¿Qué caricia de horas nocturnas
habrá recibido? ¿Qué mares de tormenta y silencio lo arrullaron durante el
desvelo? Tal vez no lo sabremos nunca o tal vez haya que volver una y otra vez
a sus palabras para saberlo.
A
José Antonio Ramos Sucre (Cumaná, 9 de
junio de 1890 - Ginebra, Suiza, 13 de junio de 1930) lo llaman maldito por su
poesía, pero parece más bien un frágil jinete de los cielos, un ángel sin alas
que escribió para arrimar peldaños a la escalera que lo llevara nuevamente al
paraíso del que había partido, probablemente con tristeza.
Él
es uno de los escritores más hondos que ha dado Venezuela. Su voz sigue siendo
hoy un misterio capaz de encender los ojos y el alma de quien seducido por el
vértigo se deje caer en los versos que hacen del papel una espesa telaraña de
claridades y sombras.
Escribió
en prosa es verdad y escribió una poesía que ha estado desde el principio llena
de incomprensiones y equívocos. Los críticos estudian a este poeta que decidió
irse al arribar a los 40 años de edad con una poética desgarradora, capaz de cruzar
mares y adentrarse en las cotidianidades de la ventana en la oscuridad de la
noche.
A
los diez años fue enviado por su padre a Carúpano a formarse con su tío
paterno, el historiador y letrado, José Antonio Ramos Martínez, quien lo inició
en el latín y la literatura, y a lo mejor también en la rigurosidad del estudio.
En
1912 inició las carreras de Derecho y Literatura en la Universidad Central de
Venezuela, a la par que continuó estudiando de forma autodidacta idiomas, entre
ellos el griego antiguo y moderno, el francés, inglés, italiano, portugués,
alemán, danés, sueco y sánscrito. Por los tiempos de represión que vivía el
país en manos del gobierno de Juan Vicente Gómez fue obligado a suspender sus
estudios debido al cierre de la universidad. Al abrirse la UCV en 1916 y
durante los tres semestres siguientes, Ramos Sucre presentó los exámenes de la
carrera de Derecho. Un año después terminó sus estudios. Y en 1925 obtuvo el
grado de Doctor en Leyes. Cuentan que poco ejerció la abogacía, pero que una
vez fue juez accidental y su erudición y buen tino le permitieron sentar
precedente sobre un caso de divorcio.
El
poeta se dedicó durante muchos años a dar clases de Historia y Geografía
Universal y de Venezuela, latín y griego, en liceos de educación media. Además trabajó
en el servicio interno del Ministerio de Relaciones Exteriores como intérprete
y traductor. Y en 1929 fue nombrado Cónsul en Ginebra.
Trizas
de papel, su primer libro, fue publicado en 1921. Allí están reunidos los
textos que habían ido apareciendo en periódicos y revistas. Sobre las huellas
de Humboldt apareció en 1923 y dos años después La torre de Timón.
Las
formas del fuego y El cielo de esmalte sus dos últimos libros fueron
publicados en 1929, año en el que partió a Europa a ocupar el cargo para el que
había sido nombrado.
Discursos
y semblanzas sobre héroes patrios, reflexiones sobre literatura, historia y
arte, son algunos de los temas sobre los que Ramos Sucre reflexionó y dejó por
escrito sus pensares. Su poética, nocturna y llena de sombras, abordan todo lo
humano, el hombre con sus dudas, el amor y sus demonios, los sueños sin noches
para soñarlos, todo cabe en la palabra de Ramos Sucre.
La
obra de este escritor atormentado y lúcido fue publicada por Monte Ávila
Editores (1969 y 1985); por la Dirección de Cultura de la Universidad Central
de Venezuela (1979) y la editorial española Siruela (1988). Por cierto que en
1980 la Biblioteca Ayacucho hizo una edición de su obra y está disponible para
su descarga en la página web http://www.bibliotecayacucho.gob.ve.
Y en el marco del Festival Mundial de Poesía 2015 esta importante editorial del Estado venezolano publicó Meditación Inquieta.
El
que tal vez sea el más onírico de los escritores de estas tierras no pudo
conciliar el sueño y así decidió partir, con los ojos abiertos, aunque nos dejó
para saber de la hondura de su vuelo una obra marcada por la universalidad y la
inteligencia.
“Yo
soy ahora un mar callado al pie de una columna de basalto, orillas de un reino
de escaldas, donde no alcanza el sol oblicuo”.
El Desesperado
Por José Antonio Ramos Sucre
“Yo
regaba de lágrimas la almohada en el secreto de la noche. Distinguía los rumores
perdidos en la oscuridad firme. Había caído, un mes antes, herido de muerte en
un lance comprometido.
La
mujer idolatrada rehusaba aliviar, con su presencia, los dolores inhumanos.
Decidí
levantarme del lecho, para concluir de una vez la vida intolerable y me dirigí
a la ventana de recios balaustres, alzada vertiginosamente sobre un terreno fragoso.
Esperaba
mirar, en la crisis de la agonía, el destello de la mañana sobre la cúspide
serena del monte.
Provoqué
el rompimiento de las suturas al esforzar el paso vacilante y desfallecí cuando
sobrevino el súbito raudal de sangre.
Volví
en mi acuerdo por efecto de la diligencia de los criados.
He
sentido el estupor y la felicidad de la muerte. Una aura deliciosa, viajera de
otros mundos, solazaba mi frente e invitaba al canto los cisnes del alba”.
El Rezagado
Por José Antonio Ramos Sucre
“La
tempestad invade la noche. El viento imita los resoplidos de un cetáceo y bate
las puertas y ventanas. El agua barre los canales del tejado.
He
dejado mi lecho, y me he asomado, por mirar la calle, a la ventana de la sala
en ruinas. Los meteoros alumbran un panorama blanco.
Estoy
a solas en la oscuridad restablecida, velando el sueño de la tierra”. (…)
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