Carlos Noguera se fue a volar en la noche y sus cristales de estrellas
** Escritor, sicólogo y docente este hombre que supo
contar grandes historias donde el ser humano, sus relaciones, pasiones y sueños
fueron protagonistas se adentró ya para siempre en la larga calle de una noche
que lleva desde ahora su nombre.
En
2005 Carlos Noguera (Tinaquillo, estado Cojedes, 1943) publicó la novela
Cristales de la noche. La editó Alfaguara y lamentablemente no la tenemos en la
actualidad a disposición en Venezuela, aunque fue finalista del Premio Rómulo
Gallegos en 2007. Él mismo contó en una entrevista publicada en marzo de 2014
en Todosadentro, que es precisamente
el libro que quisiera que se agotara en la Filven (Feria Internacional del
Libro de Venezuela), justamente el que no está. Hasta ahora no fue reeditada (la novela),
porque haciendo gala de su personalidad de quijote amorosísimo fue incapaz de
hacerla llegar a una editorial del Estado cumpliendo él funciones en Monte
Ávila Editores como presidente de una de las editoriales más importantes del
país. Y es que hay hombres así. Pocos tal vez, pero son los que alumbran el
futuro con su vocación de ángeles terrestres.
Con
su boina y su barba clara Carlos Noguera decidió despedirse de las calles de
Caracas, de los viejos cafés de Sabana Grande que en su juventud fueron
propicios para el verso primero y el cuento después. Y es que la muerte, esa
señora antojada vino a buscar a este narrador el 03 de febrero de 2015.
Claro
que quedan sus obras y fundamentalmente dan testimonio de su andar por el mundo
los jóvenes escritores del país que pasaron durante treinta años por sus
talleres de expresión literaria y eso no es poca cosa, la entrega de este
escritor comprometido con su tiempo deja las palabras que ahora escriben
quienes se animaron a abrir las ventanas del sueño para hacer realidad todo lo
que aún está por decirse.
Por
su obra fue galardonado en dos oportunidades con el Premio Nacional de
Literatura, en 1969 y en 2003. Además fue merecedor del Premio Conac de
Narrativa en 1994.
Noguera
se decidió por la literatura bien pronto, a lo mejor en el cuartito de los
santos de su casa de infancia en donde estaba la biblioteca, con alguna vela se
le hizo el milagro de la palabra.
Desde
joven supo que sería escritor. Empezó de niño con versos sencillos que después,
ya en la Universidad Central de Venezuela estudiando sicología y en medio de la
vorágine política que vivía Venezuela desde de la década del sesenta, cambió
por la narrativa y es que para él los versos eran para las cosas íntimas,
mientras que la prosa servía mejor para dejar de manifiesto el mundo que era
necesario cambiar.
En
su juventud trabajó en diversas revistas literarias y tiempo después se dedicó
a ser editor, así fue que llegó precisamente a Monte Ávila Editores, donde
atendió no sólo a los jóvenes escritores que tocaron la puerta de la editorial
sino a quienes año tras año se postularon para participar en los talleres
literarios. Por eso apostó a una nueva narrativa venezolana en la que las voces
irrumpieran el escenario para inundarlo todo de una luz recién descubierta con
la que mirar las palabras.
Y
sí, quedan de Noguera sus libros, Laberintos (1965), Eros y palas (1967),
Historias de la calle Lincoln (1971), Inventando los días (1979), El
adolescente caraqueño (1989), Juegos bajo la luna (1994), Dos libros (1995), La
flor escrita (2003), Los cristales de la noche (2005) y Crónica de los fuegos celestes
(2010). Queda su palabra, la ternura con la que acogió a los jóvenes y su
vocación de renovar el mundo, queda su ejemplo, su voz de cuenco, su imagen
de bohemia caraqueña andando las calles, sus ojos descubriendo páginas, sus
manos haciendo libros, queda él, cómo no va a quedarse si aún hay tanto para
decir en presente.
“Carlos
Noguera, querido traductor del viento, que la calle del para siempre te sea
amable. Cuidaremos tu obra y beberemos de ella. ¡Amén!” dijo en su cuenta de la
red social Twitter, el poeta Freddy Ñáñez cuando supo del adiós de este grande
de la literatura venezolana. Hacemos votos porque así sea y los Cristales de la
noche estén presentes en la próxima Filven para agotar en su memoria la palabra
que desde ahora nos pertenece para siempre.
Carlos
Por Marialcira Matute
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Ilustración de Iván Lira para TodosAdentro |
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