Francisco Massiani, brújula de los cuentos que nos contaron
Recientemente el jurado del Premio
Nacional de Cultura anunció que el escritor caraqueño fue seleccionado en la
mención literatura por la obra que ha legado a las generaciones por venir.
El
amor, la curiosidad, la soledad, el recuerdo, la compañía y a fin de cuentas,
la vida, son algunos de los ingredientes de una de las novelas más frescas y
que retratan con más honestidad los ires y venires de un grupo de jóvenes. Y es que la lectura de Piedra de Mar sabe
hacer cómplice a los lectores, en ese amasijo de pasiones en los que los
personajes harán recordar a más de uno los tiempos del amor adolescente.
El
autor del libro publicado en 1968, Francisco Massiani, fue recientemente
reconocido con el Premio Nacional de Cultura 2010-2012, en la Mención
Literatura. Caraqueño, nacido en 1944, es narrador, cuentista, dibujante, y
también un viajero incansable capaz de llenarse la mirada con los colores y
sabores de sus ojos por otros paisajes.
Hasta
los quince años Massiani viajó a Estados Unidos y Santiago de Chile, cuando
cuentan que regresó a Venezuela a estudiar arquitectura, aunque también estudió
de niño acordeón. Fue en 1962 cuando comenzó a trabajar como colaborador de la
revista Imagen, páginas donde publicó artículos y relatos que apuntaron siempre
hacia la pasión a la palabra que contando nos cuenta.
Viajó
a París en 1969, ciudad donde cobijó palabras e imágenes que se fueron sumando
a su gran inventario de historias. Un año después, en 1970 publicó Las Primeras
hojas de la noche, su primer libro de cuentos. En 1974 fue galardonado con el
Premio Literario Pro-Venezuela, mientras que al año siguiente El llanero
solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes apareció para
deleite de los lectores de hoy.
Los
mandamientos de Misterdoc Fonegal, su segunda novela, apareció en 1976. Precisamente
desde ese año y hasta una década después, residió entre Madrid y París, sin
dejar de visitar a su país natal. Diez años después recibió el Premio Municipal
de Prosa con su libro de relatos Florencio y los pajaritos de Angelina, su
mujer, y en 1999 publicó Con agua en la piel, su tercer libro de cuentos.
En
el 2005 recibió el Primer Premio Anual de la Fundación de la Cultura Urbana, y un
año después publicó su primer libro de poemas, Antología.
De su obra y sus versos
La
obra literaria de Massiani tiene una importante influencia en los narradores de
estos tiempos y estas tierras, y sin duda alguna es uno de los escritores
venezolanos más sobresalientes. Sus textos están signados por un lenguaje
claro, transparente, algunos críticos literarios aseguran que hasta gestual, que
da testimonio de los haceres y sentires de los jóvenes de su generación.
En
su poesía, Massiani deja de manifiesto los dolores hondos del amor. La soledad
como un signo de las derrotas, pero también como constatación de la vida que
nace y brota en cada herida. Por eso dice, “Me gustaría tenerte aquí a mi lado
/ porque esta insoportable soledad / esta inútil soledad para nadie / me ha
tocado con un guante helado la frente / y me ha dejado de pie a la ausencia / y
en ella tus ojos / se han perdido como si nunca hubieran mirado”.
En
el prólogo del libro Antología, escribió Rodrigo Blanco Calderón, en noviembre
de 2005, “Es poco lo que yo pueda decir sobre los poemas de Pancho Massiani.
Éstos hablan por sí mismos, erizan la piel y ablandan el corazón. Nos recuerdan
o nos confirman que hemos estado vivos, o que el agún momento, y esta es la
promesa tierna que guardan sus versos, lo estaremos”.
Y es
que los días son una sucesión amalgamada de sueños y de los ícaros del alma con
las alas rotas. La vida, toda ella, se puebla de fantasmas, de melancolías que
colman la página en blanco. “Tristeza coja, / adelantada a unos pasos de mí. /
Tristeza que busca la mesa más arrinconada del café / aparta la silla como para
una vieja amante / y se sienta y acoda la cabeza en el ángulo más solo. /
Tristeza perruna melancolía. / Tristeza de todos los días a las seis de la
tarde / de todas las horas los domingos”.
No
hay pues, mejor homenaje a la vida hecha palabra y viceversa, que el
reconocimiento que el jurado del Premio Nacional de Cultura, en la mención
literatura, realizó a Francisco Massiani, “cuyo trabajo ha sido de importante influencia en
generaciones de escritores y lectores, uno de los más grandes narradores de
nuestro país quien a partir de 1968 que se publica su primera obra Piedra de
Mar nos cautiva a través su forma de narrar y plasmar la cotidianidad de la
vida en nuestra capital”.
Ya no sería lo mismo (fragmento)
Por Francisco Massiani
El
hombre pareció sentirse por primera vez confiado a la mujer y por primera vez pareció
mirarla y no hablarle por responderle o por hacerla sentir que la recordaba.
Ahora el hombre la miró a los ojos y entusiasmado le respondió que un gol era
adivinar a una mujer en una multitud, adivinarla como una vieja amante sin
haberla conocido todavía, saber que ya la amabas sin haberle preguntado el
nombre ni nada. O era más, depende, o no era nada, como el último gol de un
equipo que fuera derrotado a pesar del último gol, del gran esfuerzo, derrotado
injustamente por el árbitro o porque simplemente lo derrotaron porque la pelota
se empeñó en pegar en el travesaño como a veces las palabras se empeñan en
traicionar el buen deseo de llegar a esa mujer que adivinas en una fiesta, o
cuando algún maricón que nunca falta se encarga de calumniarte por envidia
antes de que tú entres en la mujer y ella te reciba con el agradecimiento viejo
y maduro de haberte esperado toda una vida.
(Cuento perteneciente a El llanero
solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, publicado por
Monte Ávila Editores, en 1975)
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