Con el Chino Valera Mora amanecemos de bala

** Un 25 de septiembre nació el poeta trujillano, ese que sigue vivo en los versos que ondean palabras, y nombran y sueñan, los sudores y amores del Pueblo.


Hay días que pesa el hambre, que hace nudos en la garganta y en los nudillos la injusticia. Hay días en que se agria la ternura, en los que la soledad ajena pesa, y se queda entre pupila y pupila el niño sin escuela y el dolor centenario del abandono. Hay días en que lo más turbio, lo más triste, las heridas más hondas, empañan el sol y entonces, no hay manera, uno amanece de bala.

Y es que Víctor Valera Mora, el Chino, vivió de bala. Él sigue siendo una de las voces fundamentales de la poesía venezolana contemporánea. Con una ternura militante se enfrentó siempre al consumismo capitalista, a la explotación y la opresión de los hombres, con una poesía que nació precisamente de la lucha, de la rebeldía necesaria, de la utopía posible. 

Sus versos son banderas henchidas de vientos y esperanzas, con ellos supo denunciar la hipocresía burguesa, a la iglesia, a la cultura oficial, a los académicos, los burócratas y a los pacatos. Todo en él fue siempre alegre metralla, cálido fusil de palabras que edificó con poemas una trinchera para la lucha que aún no acaba.

Pero además fue caricia, fue beso, pecho abierto. Con él es posible descubrir también la dulzura de la entrega, el roce que no acaba, el deseo y la vida que estalla en la conciencia. 


Breve semblanza
El Chino nació en Trujillo el 25 de septiembre de 1935. Estudió sociología en la Universidad Central de Venezuela. Trabajó en la Universidad de Los Andes, en el antiguo Conac, y en la biblioteca ambulante de los Ovalles, la que era conocida como La gran papelería del mundo. 

Fue miembro del Partido Comunista y por irredento rebelde fue encarcelado, a finales de 1957, durante las manifestaciones contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. 

Además, acompañado de los escritores Luis Camilo Guevara, Mario Abreu, Pepe Barroeta y Caupolicán Ovalles, Valera Mora fue miembro destacado de la Pandilla de Lautréamont, un grupo que proclamaba la necesidad de la poesía para todos.

En 1961 publicó La canción del soldado justo, un trabajo poético que proclamó las esperanzas y sueños revolucionarios de esa década. Luego, vinieron Amanecí de bala (1971) y Con un pie en el estribo (1972). Precisamente por su segundo libro fue catalogado de subversivo por un general de la Dirección de Inteligencia Militar. Era buscado entonces para ser nuevamente encarcelado. El Chino no esperó la condena. Partió rumbo a Roma gracias a una beca. En la capital italiana escribió sus 70 poemas estalinistas, el último de sus libros publicado en vida, que le valió un premio en 1980. Póstumamente fue editado Del ridículo arte de componer poesía. 

El Chino en las voces amigas
El escritor venezolano y Premio Nacional de Literatura, William Osuna, dijo dando cuenta de la militancia del Chino que “a través de los cafés literarios de Sabana Grande, reflejaba el alma guerrillera mediante la insurgencia estética de los grupos de ese momento”. Y agregó que sus versos componen “una poesía de acusaciones, de desmitificaciones del reclamo amoroso”.

Mientras que Francisco “Farruco” Sesto, poeta también de esta Venezuela que sabe de sueños, lo calificó como “un poeta que va de lo político a lo amoroso, que es duro, hace humor, ironía y es capaz de una ternura infinita”. 

Por su parte, el poeta y diputado venezolano Earle Herrera, señaló que en el transcurso de los años 70 los órganos represivos consideraron a Amanecí de bala más subversivo que todos los focos guerrilleros que aún existían en el país. 

Pero el tiempo que lo silenció germinó en grito libertario. La poesía del Chino Valera Mora encontró nuevos espacios y lectores. La Venezuela que aprendió a mirarse las heridas y los viejos pasos finalmente se reencontró con la palabra comprometida del Chino, y entonces sus versos dejaron de ser silencio para ser declarados Patrimonio Cultural de la Nación por la Asamblea Nacional. Y su nombre está inscrito en el premio internacional de poesía que reconoce la obra de mujeres y hombres que saben la vida y los versos. 

Víctor Valera Mora, el Chino, falleció el 30 de abril de 1984, en Caracas. Pero aunque no está, está. Su palabra es canto amoroso, que sabe contarnos los miedos y las rabias, los anhelos más hondos. Su poética tiene toda la vigencia de la libertad sin cortapisas y ofrece, si hace falta, una trinchera para conquistar el futuro. 


Oficio puro

“Cómo camina una mujer que recién ha hecho el amor
En qué piensa una mujer que recién ha hecho el amor
Cómo ve el rostro de los demás y los demás cómo ven el rostro de ella
De qué color es la piel de una mujer que recién ha hecho el amor
De qué modo se sienta una mujer que recién ha hecho el amor
Saludará a sus amistades
Pensará que en otros países está nevando
Encenderá y consumirá un cigarrillo
Desnuda en el baño dará vuelta
a la llave del agua fría o del agua caliente
Dará vuelta a las dos a la vez


Cómo se arrodilla una mujer que recién ha hecho el amor
Soñará que la felicidad es un viaje por barco
Regresará a la niñez o más allá de la niñez
Cruzará ríos montañas llanuras noches domésticas


Dormirá con el sol sobre los ojos
Amanecerá triste alegre vertiginosa
Bello cuerpo de mujer
que no fue dócil ni amable ni sabio”.


Víctor Valera Mora


*Imagen tomada de internet

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